sábado, 17 de marzo de 2007

A Esteban, de Horacio




Hola, Esteban:
He leído y repasado tus dos libros como si fuera para dar un examen y lo hice con la facilidad y el entusiasmo de estudiar una materia que a uno le encanta.

Cuando Raúl me anunció que contaba con un libro tuyo para mí pensé, juntando los datos que tenía de vos :
- “Qué bien, Esteban escribió un libro sobre arquitectura”.
El título me sorprendió de entrada, La fosa de los osos y otros relatos, y me sorprendió aún más –y muy gratamente, claro- cuando le di la primera lectura.
El inteligente arquitecto no sólo escribía ficción sino que era un cuentista de primera.

Cuando recibí Los Malqueridos que me prestaron Raúl y Glorita confirmé la excelente impresión que me causó tu obra, a tal punto es así que abriré lugar en el estante de mi mesa de luz para tus libros entre los que tengo siempre a mano, en una especie de bric-à-brac donde, como en “Cambalache”, (el apretuje es casi mi autorretrato radiográfico) se codean Jardín Umbrío de Valle Inclán, con Lecciones preliminares de filosofía de Manuel García Morente, con Groucho y yo de Groucho Marx, con Cómo evitar las preocupaciones de Dale Carnegie, con Los Idus de Marzo de Thornton Wilder, Gaspar de la Noche de Aloysious Bertrand... libros que retomo para aliviarme, como si fueran medicamentos.

Pensando cómo enfocar mis observaciones, se me ocurrió que debía valerme de mi tendencia a buscar el pelo en la leche y ver qué decían tus críticos y prologuistas (vos incluido), para arrancar con mis opiniones acerca de sus análisis.
Bien o mal, para coincidir o no, ellos (y vos) me habían abierto un camino que me facilita el comentario.
En Swissinfo, el monitor me enseña un título :“Osos, serpientes y una reina en Berna” (28 de noviembre de 2003), donde leo: ”Bedoya expresa su compendio de cuentos como una forma de denuncia literaria”, opinión con la que vos coincidís aunque sólo en parte diciendo de los objetivos de tu libro, que allí hay...”un desafío para mí mismo... y aparte, es una forma de transmitir mensajes, ideas mías, opiniones con un contenido literario. Hay personajes desesperanzados, es una denuncia que yo hago a ciertas situaciones sociales, sobre todo de los marginales, a quienes metí dentro de mis historias”.
Con tus palabras decís (así lo entiendo yo) que algunos de tus relatos contienen denuncias de ciertas situaciones sociales. Porque no todos tus cuentos denuncian, ya que en su importante variedad de temas no predomina la actitud de queja, sino una desbordante capacidad de imaginar historias. Sería acotar ese despliegue rotulándolo todo como literatura de denuncia.
Ella está, y muy diestramente presentada en Adán, el exterminador de serpientes..., y en Faustina, el padrino y yo. Este niño Adán, a quien uno de tus prologuistas califica de “entrañable”, es claramente una muestra del abandono al que condena la pobreza, supongo que en todo el mundo pero sobre todo en nuestros países latinoamericanos, donde la tan cantada “patria” no tiene un largo brazo para sacar a tanta gente de su marginación.
Adán es otro “Chiquilín de Bachín”, que nos conmueve. Este “Sebo´i”, sumergido en la soledad y la ignorancia que lo mantienen perdido, sin sur ni norte, sin valores que lo orienten, al pedir que se respete su nombre : “Adán, señora...Adán!” (reclamo que ya le había hecho al policía), muestra un atisbo de dignidad, que él intuye debe ser preservada. ¡Claro que conmueve!

Refiriéndome a esta historia, que es una maravilla, encuentro otro “pelo en la leche” en el comentario de Leandro Manfrini, cuando opina que en tu libro hay “una gran fuerza e increíble libertad en el que no hay personaje que domine, sino una montaña de información que lo convierte en una mezcla mágica”.
Yo veo que en este relato toda la “montaña de información” –que está- de ningún modo sepulta el protagonismo de Adán, aunque lo rodee un elenco de personajes muy fuertes y pintorescos como Catolina Pikova, el Lekayá, Rafael Acuña y Leiva, con su “mamotreto” del “tal” Hernando de Soto... Y en Faustina, mi padrino y yo, el personaje que domina es el chico que cuenta la historia, el observador de los “extraviados” de entre los que aparece Faustina, y donde el chico encuentra a su rival en el amor por la bella , el padrino Florencio Gómez, quien se convierte al mismo tiempo en una figura paterna más fuerte que la de su propio padre.

Al margen, debo citar la presentación que hace el narrador del novio de la señorita Faustina, porque es una síntesis perfecta de la tensión que vive el chico entre el respeto y el odio que no puede evitar: “No pasó mucho tiempo para que la señorita Faustina nos sorprendiera con un novio. Su nombre era señor Florencio Gómez... (la puta que lo parió)”.
Es genial el mix entre la síntesis y el humor. Vuelvo a leer el fragmento y vuelvo a reírme.
Julio Peñate Rivero, cuyos comentarios endoso, con un respeto que es más envidia que otra cosa, encontró lo que yo en el cuento citado, otro “recurso a la ironía”, cuando se refiere a la “conmiseración” de don Francisco, “cuya piedad para con una atractiva criada le impulsa a acogerla benévolamente en su propia cama...”

Desde “el amplio panorama de los años que he vivido” (Núñez de Arce) vi que el humor es el recurso de los tristes que ya saben que sus posibilidades de restaurar son limitadas, porque le han tomado la temperatura a la realidad y ya saben que es muy poco lo que pueden enmendar. En los relatos ambientados en nuestras geografías nativas, encuentro la fuerza de nuestros escritores latinoamericanos. (Siendo yo sólo un proyecto de narrador, me incluyo en el rubro, “figuro en la guía”.) Esta tierra no explorada del todo transmite un don misterioso que nos permite percibir lo que no conocimos nunca. Es algo mágico.
Hay mucho de europeo en nosotros, pero esa otra presencia nativa nos llena de sensaciones desconocidas.
Liberados, recordamos cosas que en realidad no hemos vivido.
Es natural que te hayas documentado sobre el ambiente de la Asunción marginal. Pero lo que transmitís es más de lo que podrías haber experimentado en forma directa.
Hace pocos días, releyendo Del Amor y otros demonios de García Márquez y encontré un párrafo que creo explica lo que quiero decir:
“Los crepúsculos alucinantes, los pájaros de pesadilla, las podredumbres exquisitas de los manglares parecían recuerdos entrañables de un pasado que no vivió”.

Te confieso que me asombró –conociéndote- tu versación sobre “la vida rea” en tu tierra natal. Ella va más allá de lo que pueden proveerte las consultas bibliográficas. Tras cartón, recordé mi curioso manejo lunfardo y tanguero que aparece de golpe, tomándome por sorpresa, la nostalgia de algo que no me pasó, sino muy de refilón.
Quizá nuestra Sudamérica nos estimula con esa facilidad para que la conozcamos más a fondo y así facilitar la tarea de contar a los demás, al mundo, como es por dentro, en su lado trágico. Quizá ese misterioso reclamo haya sido recibido por Gabriel García Márquez, por Vargas Llosa, Miguel ÁngelAsturias. Opino que tenés méritos más que suficientes para unirte a ese equipo.
.
Con esto no digo que debas limitarte a lo telúrico, claro.
Contás muy bien y pintás muy bien los ambientes en que las cosas suceden. Tus viajes te dieron una buena base.
Se ve que te ha apasionado Suiza y sobre todo Berna, de donde sale “la fosa de los osos” del Bärenplatz, por lo que insisto en que, donde y sobre cualquier tema que se te ocurra,
debés soltar tu imaginación.
En tus batallas literarias, el maestre de campo es ella, tu imaginación. No digo que no arrancarás a escribir tus relatos sin una previa estrategia, pero aquélla reacciona ante cualquier circunstancia que aparezca y a veces lo hace sin previo aviso, creo yo, con cambios tácticos que deben sorprenderte a vos mismo. Tu imaginación te impone virajes impensados y salidas cargadas de humor.

A veces, ella nos deja “de araca” (Treinta y tres grados seis décimas, El amor del gato y la mosca y el mismo Adán, el exterminador de serpientes). En el primero y el último - en los finales de ambos relatos –el remate nos deja un signo de interrogación boquiabierto y grandote; no así en el segundo donde la incógnita arranca con el título y sigue en sus dos breves páginas, que son delirantes.

(Hablando de títulos, el de La importancia de llamarse Jean Baptiste Pororó es imbatible y anticipa el humor que brota permanente de su texto, como cuando la abuela le escribe a Coco que la humedad de su pieza vacía “se llenó de humedad, lamentablemente se arruinaron los poster de Olimpia Campeón, y de esas chicas del taller mecánico (los tuve que sacar).” (¡Vieja ladina!)
O cuando Coco se refiere a María:”...de quien muchos decían,” es medio culona...y tiene manos de arquero”. (“¡¡Tiene manos de arquero!!...)
O cuando dice: “La construcción era “el sobrante” de un crédito japonés para el desarrollo...no había alcanzado para azulejar todo el frente y así poder tapar los negros agujeros de metralla revolucionaria”.
O cuando Coco/Jean Baptiste y el Comandante Juan Agustín Domecq dialogan:” –Qué pasó con el chino Freddy? –Qué qué?...-¿Dónde conoció a Freddy Chu? -¡Freddy...Freddy era el coreano del barrio! -¡En qué quedamos! ¿Era coreano o chino?”, más todo lo que sigue, (que es desopilante.)
En este punto tengo que volver a la sabia introducción de Julio Peñate Rivero, con quien encontré, desde mi limitado conocimiento literario, con una impresión en común que me entusiasmó. “en cuanto a las peripecias, pueden ser mínimas como en el cuento ahora citado (se refiere a El amor entre el gato y la mosca) o revestir una complejidad que desafíe incluso las posibilidades del relato corto, como sucede precisamente en Mi hijo es un ángel y sobre todo en La fosa de los osos, el más extenso de todos”.

Y aquí viene una pregunta: ¿con éste comentario no se te encendió la lámpara para escribir Los Malqueridos ¿...
Porque es indudable que este relato, el más largo de todos los de La fosa..., es anterior a tu segundo libro. Si no me equivoco, Los malqueridos fue empezado, a pie forzado, por el final,
por La Fosa de los osos...
¡Toda una hazaña!...
Es como dibujar al revés, bocetando a la inversa ;¡dificilísimo!
Es como diseñar el dorso de un tapiz, atinando en su bordado inverso de modo tal que quede bien cuando se lo mire de frente, ¡qué lío!
Empezar con el asesinato de Vivianne, la frustración de Gregorio (Grigu) García, la entrada en escena del vendedor de paneles solares, Miguel Podestá, el remate del cuento en el Bärenplatz,
haciendo malabares con los racontos, para iniciar una larga historia que debe empalmar con este final preexistente ¡no es moco de pavo!
Bartolomeo Marietti (un “Petiso Orejudo” con más presencia), su encuentro con Luigi Lucheni, el asesinato de Sissi, la relación pervertida con Frederick von Thylo, las descripciones de los Alpes (y también el diálogo con Satán –esta vez un gallo enorme de plumas negras y cresta abundante- que se parece de algún modo al pacto de Adán con el diablo Lekayá) son un muestrario de tu capacidad para cerrar el rompecabezas magistralmente. Allí están todos los recursos: el jab, el cross, el uppercut...)
Y ahora paso a Daniel Leuenberger, que prologa a Los Malqueridos (también un excelente crítico de tu obra) y que dice por ahí:
“Esteban Bedoya se suma a las filas de una tendencia artística sobre la que han confluido algunos autores hispanoamericanos y que básicamente consiste en la conjugación de... realidad y fantasía, existencia e hipérbole...”
Vuelvo nuevamente a Peñate Rivero cuando cierra :“Estos textos valen ciertamente por lo que anuncian en futuros trabajos de su autor pero también valen por sí mismos y están llamados a figurar dentro del patrimonio reducido pero muy brillante de las letras paraguayas y de la lengua española en general”.
Por supuesto, Esteban, que yo pienso lo que ellos. Sólo que no tengo la misma maestría para expresarlo con tanta calidad.
En mi próxima entrega (¡¡no se la pierda!!) te contaré mis peripecias con las letras.

Te felicito y te deseo la mejor de las suertes con la obra que sigue y con todo lo que hagas.
Un abrazo de tu amigo viejo.

Horacio V.

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