Presentía que el silencioso círculo de ojos
relampagueantes, lenguas ansiosas y flotante silencio
se cerraba sobre ella tal como lo había visto otrora
cerrarse sobre sus adversarios derrotados.
Jack London
relampagueantes, lenguas ansiosas y flotante silencio
se cerraba sobre ella tal como lo había visto otrora
cerrarse sobre sus adversarios derrotados.
Jack London
I
Como gallinas al maíz, los curiosos atropellaron la entrada al cuarto doscientos dos. Rumiando y cacareando llantos penosos, contemplaron el cuerpo tendido sobre la alfombra de arabescos. Vivianne yacía delicadamente expuesta al apetito voraz de los pensionistas; en vano, el hotelero había intentado taparle los muslos tibios color caramelo. Ella se exhibía como si fuese la obra más perfecta de Helmut Newton, recostada sobre el brazo derecho, con las piernas ligeramente flexionadas, ¡La estética y la plasticidad de la muchacha, trascendían a la propia vida! Los glúteos duros valdrían más que mil montañas de oro...los senos coronados con rojas frutas silvestres, serían el más delicioso de los manjares...¿Es que semejante prodigio de la naturaleza decidió morir para buscar su sitio entre los Dioses?
La habitación no estaba violentada, incluso el aparato de radio seguía prendido en la emisora de la Suisse Romande ”La meteo, indique.... tempêtes de neige et chute graduelle de la température....”, Ni siquiera la cama estaba desecha, todo mantenía el orden racional que Vivianne sabía darle a las cosas.
Luego de empujar amablemente a los curiosos, el oficial Frederick Etter se arrodilló detrás del cuerpo y lo observó, cómo lo haría un glotón con el último bocado de un banquete. El hotelero y demás “deudos” respondieron profiriendo toda clase de insultos silenciosos. Etter nunca se dio por enterado de las maldiciones y envidias que arrancaba a los presentes, y ordenó “despejar el área”. Se sentó a meditar en el borde de la cama, buscando explicaciones. Sus ojos que reflejaban el brillo y la sabiduría del búho, se posaron sobre las marcas rojas que rodeaban la cintura de la víctima; parecían huellas de dedos sobre la arena mojada del mar...”¡Qué fuerza bestial habrá tenido el asesino para sujetarla de esa forma!...¡la cogió por detrás!”... (pensó el policía). Se puso de pie sin dejar de mirarla y dijo, “¡Schade[1], Schade!”. Sonó como si fuese el último piropo que recibiría la víctima.
García sufría, cuando el Oficial posaba sus ojos de pajarraco sobre las zonas púdicas de Vivianne; empalidecía de celos, refugiado en el umbral de la puerta… “aguantando como
buen macho que era”, codo a codo con Canuto Noble, (su mediocre asistente y leal confidente) quién parecía más interesado en saber como era esa increíble mujer en pelotas, que atrapar al asesino. Gregorio García era dueño del hotel y editor de un pasquín denominado “oportunidades de negocios”; en ese momento, su pequeño mundo empresarial había perdido sentido, sus ilusiones se habían desmoronado estrepitosamente. Gregorio (“Grigu” desde que se radicó en Suiza), había llegado a soñar en el día de la boda y en la casa y en los hijos que le daría Vivianne ... Ahora, nadie más que él querría hacer justicia, basado en sus sólidas sospechas sobre la identidad del asesino. Ansioso aguardaba el interrogatorio, mientras observaba impotente, el cuerpo inerte de su amada, quién desde la muerte le regalaba, la misma arrogante e indiferente sonrisa cotidiana…
-¿Porqué tuvo que suceder esto, porqué no modificar la historia ¿porqué alquilé la pieza al podrido vendedor?. Repetía García, a la espera de dar su versión al Oficial de Policía.
[1] Expresión de congoja.
La habitación no estaba violentada, incluso el aparato de radio seguía prendido en la emisora de la Suisse Romande ”La meteo, indique.... tempêtes de neige et chute graduelle de la température....”, Ni siquiera la cama estaba desecha, todo mantenía el orden racional que Vivianne sabía darle a las cosas.
Luego de empujar amablemente a los curiosos, el oficial Frederick Etter se arrodilló detrás del cuerpo y lo observó, cómo lo haría un glotón con el último bocado de un banquete. El hotelero y demás “deudos” respondieron profiriendo toda clase de insultos silenciosos. Etter nunca se dio por enterado de las maldiciones y envidias que arrancaba a los presentes, y ordenó “despejar el área”. Se sentó a meditar en el borde de la cama, buscando explicaciones. Sus ojos que reflejaban el brillo y la sabiduría del búho, se posaron sobre las marcas rojas que rodeaban la cintura de la víctima; parecían huellas de dedos sobre la arena mojada del mar...”¡Qué fuerza bestial habrá tenido el asesino para sujetarla de esa forma!...¡la cogió por detrás!”... (pensó el policía). Se puso de pie sin dejar de mirarla y dijo, “¡Schade[1], Schade!”. Sonó como si fuese el último piropo que recibiría la víctima.
García sufría, cuando el Oficial posaba sus ojos de pajarraco sobre las zonas púdicas de Vivianne; empalidecía de celos, refugiado en el umbral de la puerta… “aguantando como
buen macho que era”, codo a codo con Canuto Noble, (su mediocre asistente y leal confidente) quién parecía más interesado en saber como era esa increíble mujer en pelotas, que atrapar al asesino. Gregorio García era dueño del hotel y editor de un pasquín denominado “oportunidades de negocios”; en ese momento, su pequeño mundo empresarial había perdido sentido, sus ilusiones se habían desmoronado estrepitosamente. Gregorio (“Grigu” desde que se radicó en Suiza), había llegado a soñar en el día de la boda y en la casa y en los hijos que le daría Vivianne ... Ahora, nadie más que él querría hacer justicia, basado en sus sólidas sospechas sobre la identidad del asesino. Ansioso aguardaba el interrogatorio, mientras observaba impotente, el cuerpo inerte de su amada, quién desde la muerte le regalaba, la misma arrogante e indiferente sonrisa cotidiana…
-¿Porqué tuvo que suceder esto, porqué no modificar la historia ¿porqué alquilé la pieza al podrido vendedor?. Repetía García, a la espera de dar su versión al Oficial de Policía.
[1] Expresión de congoja.
II
Cruzar el puente metálico que une las márgenes del río Aare, a la altura de la Thunstrasse, genera la misma sensación que cruzar una rampa que conduce a un enorme barco a punto de zarpar. Llegar hasta allí da la impresión de estar ingresando en un sitio exclusivo, donde solamente beneficios espirituales se pueden esperar de tanta armonía. Desde ese lugar durante las noches de invierno, cuando el frío y el silencio se juntan en amoríos, se puede escuchar el eufórico recorrido del río entre las piedras, sus aguas del color de la menta, durante siglos diseñaron una península que para “quebranto” de los puritanos, no puede ocultar la pecaminosa forma de pene arrogante, (espolón del meandro del río, o forma de lengua dicen otros) Allí, es donde se erige la conservadora y protestante ciudad de Berna, orgullo de los descendientes del duque Bertoldo V
Sobre esta ciudad, el “vendedor de paneles solares” había escuchado un atractivo comentario, referido a la existencia de un club de brujos dirigido por un druida. Obviamente no desperdiciaría la oportunidad de comprobar la veracidad de la versión, teniendo en cuenta sus pretensiones esotéricas y su capacidad para convivir con lo marginal. Esto además, vendría a compensar el tedio propio de su trabajo, así como las muchas otras aburridas referencias sobre Berna. Para darse ánimos se dijo -“¡Pero si acá, Einstein logró pasar a la posteridad…!, ¡está bien, sería inteligente el judío!, ¿pero y yo?…Mejor no comparar méritos (pensó, mientras bajaba del tranvía). Una vez en la vereda, y como el conquistador que clava su espada en la tierra, giró sobre sí para observar la multitud de jóvenes y ancianos que se esparcían como hojas barridas por el viento.
Miguel Podestá, dejaba que los copos de nieve le humedeciesen el sombrero tirolés, le encantaba el frío e imitar los trenes de su pueblo, largando el vapor del aliento con su boca
en forma de volcán. Era un cosmopolita de sólidas raíces en Capiatá[1]1Fue el quinto hijo de una familia de siete hermanos, quién siempre destacó por su capacidad para memorizar (desde números de teléfonos, a teoremas matemáticos, frases de libros, autores, cumpleaños, los artículos de la constitución Nacional, los versículos de la Biblia etc.)
En esos términos llegó a la Universidad, donde en meteórica carrera obtuvo el título de Químico Farmacéutico. Disciplina que le quedó pequeña, …el mundo le hubiese quedado pequeño, de no haber sido por una calificación “torcida” de su examen de ingreso a una reputada institución científica argentina. Allí se hubiese consagrado en estudios superiores…Finalmente, la vida está plagada de injusticias, y apenas pudo salir de la depresión y la mala racha que le sobrevinieron luego del frustrado examen. Durante algún tiempo recorrió la Pampa Húmeda como una nave a la deriva, hasta que recaló en la Plata (ciudad preferida para redadas policiales). Podesta cayó preso, mientras curaba sus penas en la cama de “la desaparecida” Alejandra Holguín. La presencia del representante del Nuncio Apostólico en la sordidez de las cavernas pareció tranquilizarlo …pero él nada tenía que confesar, solamente podría contar algunas cosas para cumplir con las exigencias del Santo Oficio ¡Pero nada más!
Explicó infructuosamente el motivo de su relación con Alejandra, pero en cada interrogatorio cambiaba la versión…no sabía que argumentar para dar el gusto a los verdugos, pero de lo que estaba seguro, era de entregar el alma para no quedar en ese infierno. Así fue como confesó la forma en que dio muerte al gato de la vecina, además de involucrar en sus historias, al primero que se le venía en mente... conocidos, amigos, tíos, sobrinos, padres, madres, e incluso mencionó a Luisito Ruiz Diaz, como responsable de haberle enseñado el “compendum maleficum del año 1608”, pero Luisito no era más, que el mecánico de un taller de Nueva Italia, un caserío dormido sobre la tibieza del Río Paraguay, Para su suerte, la Cruz Roja Suiza dio con él; ¡justo un 8 de diciembre, día de la virgen!
Habían pasado 26 años desde aquellos tiempos duros, y como si fuese un camaleón, Podestá se transformó, de ser un intérprete amateur del Tarot, a curandero reputado, gracias a su habilidad para mezclar melaza de alas de mariposa, con hierbas recogidas en los ricos suelos de los cementerios. El decía, “Hago el Bien para placer de los demás”, y como si fuese la Biblia, llevaba consigo a todas partes, la obra de Sirdo Martel “La fuerza curativa de las plantas o su uso malvado”. Los pocos pesos que ingresaban en la alcancía que ubicó en la entrada a su “consultorio”, le obligaron a cambiar de rumbo, y se transformó en un experimentado vendedor, profesión alternativa que le permitía escapar de la rutina. Representaba a una empresa de paneles solares para la generación de energía eléctrica y había logrado buena reputación en las granjas que circundan los centros urbanos de todo el país, el promedio de sus ingresos daba cuenta de su creciente éxito.
La mañana que llegó a Berna, le zumbaba la cabeza a causa del cruce del San Gottardo y de una grappa de dudosa reputación. Por tal motivo, deambulaba con la única esperanza de encontrar un hotel apropiado en el cual poder dormir plácidamente, sin tener que rendir cuentas a nadie, ni a su patrón, ni a Isabella Arduino (su tercera esposa). Le gustaba fumar en la cama, con la mirada puesta en el horizonte, ahí, donde construiría su casa equipada con la más sofisticada tecnología solar; y para eso, nada mejor que el anonimato de un cuarto de hotel.
Con las ilusiones puestas en una cama tibia, Miguel Podestá, fue avanzando decididamente en dirección al núcleo de la ciudad. Luego de diez minutos de caminata, se detuvo a observar una fuente, de cuyo centro surgía una columna conmemorativa sosteniendo la figura de un oso soldado empuñando una lanza, allí, se mojó la cara, mientras descubría en el agua el reflejo del cuadrúpedo que tras las rejas de su casco, lo observaba con complicidad. Cerró los ojos para disfrutar el agua helada, y como un iniciado que saborea los sentidos en plenitud, olió aroma de café, indicándole la dirección a seguir. Su corta y ancha nariz de refinado olfato, lo llevó hasta la Brunngasse, una pequeña calle de trescientos metros, que al final del recorrido esconde un hotelito llamado “Flora”. Debajo del letrero iluminado dice, “Hotel familiar”. En la puerta del establecimiento, Grigu García parecía inmóvil, tieso, ¡tal vez! a causa de la pequeñez del sacón de astracán, herencia de su difunta esposa.
Hacía frío, en la mañana gris como el color de la vereda, Podestá llegó a pensar que el portero no le daría oportunidad de entrar en el hotel, ya que empuñaba la escoba como si fuese un garrote. Se chupó el estomago para no rozar a Grigu, y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en el “hall, confitería, conserjería”, donde seis personas almorzaban sin darse cuenta que entre ellos se hallaba el vendedor, músico y mujeriego, más exitoso de la Confederación. En frente, custodiando la barra estaba Enrique Recille (gallego como García), restaurador de muebles, cuyo mayor mérito era imitar la voz chillona del Topo Gigio[2]…”¡Hola Griguuu!,…¿cómooo estásss? . Sus imitaciones arrancaban risas histéricas a los “narices rojas”, (similares a los siete enanos del cuento) hombrecillos, cuyas máximas aventuras se limitaban al intercambio de insultos con los cholos, que cada sábado se apoderaban de las veredas de la Marktgasse, para soplar con energía, las ruidosas pero melodiosas quenas del altiplano andino.
Al igual que los presentes, el sitio exponía una ingenua decadencia... sin pretensiones. Las fotos cepias que colmaban las paredes, mostraban tiempos mejores; ya que hasta los años cincuentas, el Flora, fue uno de los pocos establecimientos de la ciudad vieja, donde durante la Pascua, se servía el Bärentatzen[3] Lo que explicaba el porqué de la piel de un osezno en el dormitorio de García
El marchito salón que hace años fue refugio de largas y secretas tertulias revolucionarias, entre Lenin y Albert “el relativista”, mantenía una atmósfera saturada de aires rituales, nadie era consciente de tal fenómeno, pero el mismo solía reflejarse periódicamente en las pesadillas de los pensionistas del “Flora”. En ese ámbito vivía “La Reina de los Animales”, así le decían a la joven Vivianne, debido a su dedicada labor en favor de la fauna. Era una mujer que sin desearlo, aceleraba los latidos de los corazones y arrancaba aullidos al bosque, durante sus largas caminatas. Cargaba sobre sus hombros una espesa melena castaña, y un porte principesco, ajeno a sus antecedentes campesinos. Su buena reputación, le hacía mucho bien al hotelito, teniendo en cuenta la fiel clientela que bebía y disfrutaba, mientras aguardaba esperanzada la posibilidad de observarla pasar, aunque más no fuese como “la suerte esquiva” (decía Canuto). En realidad, nadie sin antecedentes legítimamente decentes podría tan siquiera hablarle.
1.- Pueblo a 20 kilómetros de Asunción del Paraguay.
2. El Topo Gigio, caricatura de un ratón que hizo muchos méritos pero no llegó a superar a Mickey, vivió entre la década del sesenta y del ochenta.
[3] Bärentatze, (garras de oso) se llamaba al plato típico ofrecido en tiempos de la Pascua, dicha tradición se remontaba a la Edad Media, y era posible reeditarla año tras año, sacrificando a los oseznos nacidos durante el invierno anterior, evitando en esa forma la sobrepoblación de esos animales en la fosa de la ciudad.
Sobre esta ciudad, el “vendedor de paneles solares” había escuchado un atractivo comentario, referido a la existencia de un club de brujos dirigido por un druida. Obviamente no desperdiciaría la oportunidad de comprobar la veracidad de la versión, teniendo en cuenta sus pretensiones esotéricas y su capacidad para convivir con lo marginal. Esto además, vendría a compensar el tedio propio de su trabajo, así como las muchas otras aburridas referencias sobre Berna. Para darse ánimos se dijo -“¡Pero si acá, Einstein logró pasar a la posteridad…!, ¡está bien, sería inteligente el judío!, ¿pero y yo?…Mejor no comparar méritos (pensó, mientras bajaba del tranvía). Una vez en la vereda, y como el conquistador que clava su espada en la tierra, giró sobre sí para observar la multitud de jóvenes y ancianos que se esparcían como hojas barridas por el viento.
Miguel Podestá, dejaba que los copos de nieve le humedeciesen el sombrero tirolés, le encantaba el frío e imitar los trenes de su pueblo, largando el vapor del aliento con su boca
en forma de volcán. Era un cosmopolita de sólidas raíces en Capiatá[1]1Fue el quinto hijo de una familia de siete hermanos, quién siempre destacó por su capacidad para memorizar (desde números de teléfonos, a teoremas matemáticos, frases de libros, autores, cumpleaños, los artículos de la constitución Nacional, los versículos de la Biblia etc.)
En esos términos llegó a la Universidad, donde en meteórica carrera obtuvo el título de Químico Farmacéutico. Disciplina que le quedó pequeña, …el mundo le hubiese quedado pequeño, de no haber sido por una calificación “torcida” de su examen de ingreso a una reputada institución científica argentina. Allí se hubiese consagrado en estudios superiores…Finalmente, la vida está plagada de injusticias, y apenas pudo salir de la depresión y la mala racha que le sobrevinieron luego del frustrado examen. Durante algún tiempo recorrió la Pampa Húmeda como una nave a la deriva, hasta que recaló en la Plata (ciudad preferida para redadas policiales). Podesta cayó preso, mientras curaba sus penas en la cama de “la desaparecida” Alejandra Holguín. La presencia del representante del Nuncio Apostólico en la sordidez de las cavernas pareció tranquilizarlo …pero él nada tenía que confesar, solamente podría contar algunas cosas para cumplir con las exigencias del Santo Oficio ¡Pero nada más!
Explicó infructuosamente el motivo de su relación con Alejandra, pero en cada interrogatorio cambiaba la versión…no sabía que argumentar para dar el gusto a los verdugos, pero de lo que estaba seguro, era de entregar el alma para no quedar en ese infierno. Así fue como confesó la forma en que dio muerte al gato de la vecina, además de involucrar en sus historias, al primero que se le venía en mente... conocidos, amigos, tíos, sobrinos, padres, madres, e incluso mencionó a Luisito Ruiz Diaz, como responsable de haberle enseñado el “compendum maleficum del año 1608”, pero Luisito no era más, que el mecánico de un taller de Nueva Italia, un caserío dormido sobre la tibieza del Río Paraguay, Para su suerte, la Cruz Roja Suiza dio con él; ¡justo un 8 de diciembre, día de la virgen!
Habían pasado 26 años desde aquellos tiempos duros, y como si fuese un camaleón, Podestá se transformó, de ser un intérprete amateur del Tarot, a curandero reputado, gracias a su habilidad para mezclar melaza de alas de mariposa, con hierbas recogidas en los ricos suelos de los cementerios. El decía, “Hago el Bien para placer de los demás”, y como si fuese la Biblia, llevaba consigo a todas partes, la obra de Sirdo Martel “La fuerza curativa de las plantas o su uso malvado”. Los pocos pesos que ingresaban en la alcancía que ubicó en la entrada a su “consultorio”, le obligaron a cambiar de rumbo, y se transformó en un experimentado vendedor, profesión alternativa que le permitía escapar de la rutina. Representaba a una empresa de paneles solares para la generación de energía eléctrica y había logrado buena reputación en las granjas que circundan los centros urbanos de todo el país, el promedio de sus ingresos daba cuenta de su creciente éxito.
La mañana que llegó a Berna, le zumbaba la cabeza a causa del cruce del San Gottardo y de una grappa de dudosa reputación. Por tal motivo, deambulaba con la única esperanza de encontrar un hotel apropiado en el cual poder dormir plácidamente, sin tener que rendir cuentas a nadie, ni a su patrón, ni a Isabella Arduino (su tercera esposa). Le gustaba fumar en la cama, con la mirada puesta en el horizonte, ahí, donde construiría su casa equipada con la más sofisticada tecnología solar; y para eso, nada mejor que el anonimato de un cuarto de hotel.
Con las ilusiones puestas en una cama tibia, Miguel Podestá, fue avanzando decididamente en dirección al núcleo de la ciudad. Luego de diez minutos de caminata, se detuvo a observar una fuente, de cuyo centro surgía una columna conmemorativa sosteniendo la figura de un oso soldado empuñando una lanza, allí, se mojó la cara, mientras descubría en el agua el reflejo del cuadrúpedo que tras las rejas de su casco, lo observaba con complicidad. Cerró los ojos para disfrutar el agua helada, y como un iniciado que saborea los sentidos en plenitud, olió aroma de café, indicándole la dirección a seguir. Su corta y ancha nariz de refinado olfato, lo llevó hasta la Brunngasse, una pequeña calle de trescientos metros, que al final del recorrido esconde un hotelito llamado “Flora”. Debajo del letrero iluminado dice, “Hotel familiar”. En la puerta del establecimiento, Grigu García parecía inmóvil, tieso, ¡tal vez! a causa de la pequeñez del sacón de astracán, herencia de su difunta esposa.
Hacía frío, en la mañana gris como el color de la vereda, Podestá llegó a pensar que el portero no le daría oportunidad de entrar en el hotel, ya que empuñaba la escoba como si fuese un garrote. Se chupó el estomago para no rozar a Grigu, y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en el “hall, confitería, conserjería”, donde seis personas almorzaban sin darse cuenta que entre ellos se hallaba el vendedor, músico y mujeriego, más exitoso de la Confederación. En frente, custodiando la barra estaba Enrique Recille (gallego como García), restaurador de muebles, cuyo mayor mérito era imitar la voz chillona del Topo Gigio[2]…”¡Hola Griguuu!,…¿cómooo estásss? . Sus imitaciones arrancaban risas histéricas a los “narices rojas”, (similares a los siete enanos del cuento) hombrecillos, cuyas máximas aventuras se limitaban al intercambio de insultos con los cholos, que cada sábado se apoderaban de las veredas de la Marktgasse, para soplar con energía, las ruidosas pero melodiosas quenas del altiplano andino.
Al igual que los presentes, el sitio exponía una ingenua decadencia... sin pretensiones. Las fotos cepias que colmaban las paredes, mostraban tiempos mejores; ya que hasta los años cincuentas, el Flora, fue uno de los pocos establecimientos de la ciudad vieja, donde durante la Pascua, se servía el Bärentatzen[3] Lo que explicaba el porqué de la piel de un osezno en el dormitorio de García
El marchito salón que hace años fue refugio de largas y secretas tertulias revolucionarias, entre Lenin y Albert “el relativista”, mantenía una atmósfera saturada de aires rituales, nadie era consciente de tal fenómeno, pero el mismo solía reflejarse periódicamente en las pesadillas de los pensionistas del “Flora”. En ese ámbito vivía “La Reina de los Animales”, así le decían a la joven Vivianne, debido a su dedicada labor en favor de la fauna. Era una mujer que sin desearlo, aceleraba los latidos de los corazones y arrancaba aullidos al bosque, durante sus largas caminatas. Cargaba sobre sus hombros una espesa melena castaña, y un porte principesco, ajeno a sus antecedentes campesinos. Su buena reputación, le hacía mucho bien al hotelito, teniendo en cuenta la fiel clientela que bebía y disfrutaba, mientras aguardaba esperanzada la posibilidad de observarla pasar, aunque más no fuese como “la suerte esquiva” (decía Canuto). En realidad, nadie sin antecedentes legítimamente decentes podría tan siquiera hablarle.
1.- Pueblo a 20 kilómetros de Asunción del Paraguay.
2. El Topo Gigio, caricatura de un ratón que hizo muchos méritos pero no llegó a superar a Mickey, vivió entre la década del sesenta y del ochenta.
[3] Bärentatze, (garras de oso) se llamaba al plato típico ofrecido en tiempos de la Pascua, dicha tradición se remontaba a la Edad Media, y era posible reeditarla año tras año, sacrificando a los oseznos nacidos durante el invierno anterior, evitando en esa forma la sobrepoblación de esos animales en la fosa de la ciudad.
III
Veinte años pasaron desde que Grigu (Gregorio) García llegó de Logroño, donde se había graduado en periodismo, hotelería y Relaciones Públicas, en un curso dictado en “La Casa de la Juventud”, institución protegida del Club de Leones. Berna era una ciudad receptora de talentos, Goethe y Giacomo Casanova, entre otros, así lo demostraron; Grigu jamás abandonaría la ambición de sumarse a esa lista y confiaba en las herramientas que traía consigo. Luego de los primeros tropiezos, parecía que nunca levantaría cabeza. Salió del pozo, gracias a la oportuna recomendación de unos conocidos del círculo gallego, quienes le consiguieron un trabajo de portero, ocupación que finalmente le cambió la vida. Un par de años más tarde, empezó a habituarse al confort, y al cariño que generosamente le brindaba la dueña del hotel, la tierna María Viktoria Brunner. “He conocido una mujer que me colma de amor”…(Le escribió ilusionado a su hermana Paulina).
Como si se tratase de una vieja dama, García cuidaba el edificio del Hotel familiar con esmero y devoción, lustrando los bronces de los picaportes y los timbres de la recepción, exactamente el mismo cuidado que daba a María Viktoria, cuya delicada presencia otorgaba un toque de clase al pequeño edificio de la Brunngasse. Pero eso no duró mucho, ya que luego del casamiento, Grigu optó por seguir los consejos de Recille, y se deshizo de los anticuados Biedermeier, los Louis Philippe y algunas piezas de Art Nouveau, ...“es para lograr un aire más contemporáneo”, (le dijo el especialista) además de insistirle en las “posibilidades de decoración que ofrecían las últimas tendencias del kitch”. Este hecho, fue el que seguramente aceleró la anunciada muerte de María Viktoria, una octogenaria, quién luego de toda una vida de rectitud, resultó vencida por el cansancio y el matrimonio.
A la semana de la muerte de Frau María Viktoria de García, su viudo se encontró con una respetable herencia, con la cual comenzó a planificar un semanario que se llamaría “Oportunidades de Negocios” (compra-venta, ofrecidos, Trueques, etc.) El fue un aventajado con la poesía, y ahora con 51 años, su sueño de ser el mejor periodista del mundo seguía vigente. A consecuencia de esto, cambió su imagen insegura, por la de un hombre de madurada presencia, al frente de un hotel y de una publicación con pretensiones.
Como si se tratase de una vieja dama, García cuidaba el edificio del Hotel familiar con esmero y devoción, lustrando los bronces de los picaportes y los timbres de la recepción, exactamente el mismo cuidado que daba a María Viktoria, cuya delicada presencia otorgaba un toque de clase al pequeño edificio de la Brunngasse. Pero eso no duró mucho, ya que luego del casamiento, Grigu optó por seguir los consejos de Recille, y se deshizo de los anticuados Biedermeier, los Louis Philippe y algunas piezas de Art Nouveau, ...“es para lograr un aire más contemporáneo”, (le dijo el especialista) además de insistirle en las “posibilidades de decoración que ofrecían las últimas tendencias del kitch”. Este hecho, fue el que seguramente aceleró la anunciada muerte de María Viktoria, una octogenaria, quién luego de toda una vida de rectitud, resultó vencida por el cansancio y el matrimonio.
A la semana de la muerte de Frau María Viktoria de García, su viudo se encontró con una respetable herencia, con la cual comenzó a planificar un semanario que se llamaría “Oportunidades de Negocios” (compra-venta, ofrecidos, Trueques, etc.) El fue un aventajado con la poesía, y ahora con 51 años, su sueño de ser el mejor periodista del mundo seguía vigente. A consecuencia de esto, cambió su imagen insegura, por la de un hombre de madurada presencia, al frente de un hotel y de una publicación con pretensiones.
IV
Era evidente que alguien como Gregorio García, ambicioso y con las energías intactas, no podría vivir indiferente a lo que se presumía, serían las cualidades o virtudes sexuales de Vivianne, a quien nadie se atrevía.
La pragmática naturaleza del empresario gallego, decretó que su finada esposa, (a la que él juraba haber amado) ya era historia…la había enterrado como hacen los perros con los huesos, ahora había llegado la mujer justa, en el momento preciso de dejar descendencia. El, así lo decretó, y se alimentaba con ilusiones y con la adulonería de los parroquianos, -“Pero oye, esa mujer no te saca los ojos de encima”, o “¿Qué estás esperando para responder a sus insinuaciones?”...todas mentiras que iban “cebando” sus falsas expectativas, algunas de éstas, iban desde las más tiernas hasta las más audaces...no podía dejar de pensarla, y la imaginaba desnuda sobre la cama matrimonial barroca que compró en un brocante de Bümplitz, y así, entre persignación y espejismos, la veía, extendida en las sábanas blancas, espléndida, dura , redonda con los senos altivos como los Himalayas y con el pubis cubierto con hilos de seda...se sentía culpable, ya que la mujer a la que quería coger salvajemente, era infinitamente honesta, y prueba de ello era su constante indiferencia; pero él no podía dejar de pensarla… sufriente varón, más de una vez deseó verla muerta, como remedio a la cobardía que le impedía exteriorizar su tormentosa pasión.
La pragmática naturaleza del empresario gallego, decretó que su finada esposa, (a la que él juraba haber amado) ya era historia…la había enterrado como hacen los perros con los huesos, ahora había llegado la mujer justa, en el momento preciso de dejar descendencia. El, así lo decretó, y se alimentaba con ilusiones y con la adulonería de los parroquianos, -“Pero oye, esa mujer no te saca los ojos de encima”, o “¿Qué estás esperando para responder a sus insinuaciones?”...todas mentiras que iban “cebando” sus falsas expectativas, algunas de éstas, iban desde las más tiernas hasta las más audaces...no podía dejar de pensarla, y la imaginaba desnuda sobre la cama matrimonial barroca que compró en un brocante de Bümplitz, y así, entre persignación y espejismos, la veía, extendida en las sábanas blancas, espléndida, dura , redonda con los senos altivos como los Himalayas y con el pubis cubierto con hilos de seda...se sentía culpable, ya que la mujer a la que quería coger salvajemente, era infinitamente honesta, y prueba de ello era su constante indiferencia; pero él no podía dejar de pensarla… sufriente varón, más de una vez deseó verla muerta, como remedio a la cobardía que le impedía exteriorizar su tormentosa pasión.
V
¡Bueno, bueno!” (dijo García con la voz temblorosa), “¡Como está la más bella?”
“¿Y cómo me ve Usted, Señor García?” (respondió Vivianne).
-“¡Bien!, ¡bien! Y me alegra que sea así, …acuérdate, para lo que necesites…yo estoy a tu disposición”. (García en realidad quería decirle, “esta noche te espero en mi habitación…quiero chuparte la concha y apretarte las tetas), pero no, él jamás se atrevería a esa bajeza… incluso se atormentaba al recordar que alguna vez, a causa de la calentura, había pensado en ofrecerle dinero.
- ¡Cual es el mejor sandwich que hoy me preparó?”
Jamón serrano, en pan árabe, con rodajas de queso de cabra!” ...hay que mantenerse saludable!”
¡No se olvide de la miel!…
¡Mañana mismo me traen un litro de miel de lavanda!
Vivianne, no era de largas conversaciones, así que guardó su almuerzo en la mochila, y montó la bicicleta, dejando ver sus largas piernas. Como todas las mañanas, ese era el único momento en que regalaba una palabras a quien estuviese en el bar. Luego, simplemente se la veía alejarse hacia la Universidad, donde cursaba el cuarto año de biología, además de hacer la práctica con animales, alimentándolos y limpiándoles las jaulas.
Gregorio García gritó, “¡Mierda!...se va de nuevo”, y giró violentamente al sentir que el extraño lo escuchó, sin la más mínima consideración hacia su intimidad.
Miguel Podestá estaba allí, como una presencia que se asemejaba a un mal incurable, el mismo sentimiento era compartido por los demás pensionistas; sin embargo él, no parecía darse cuenta del rechazo que generaba. Había pasado por situaciones realmente difíciles, como cuando saltó desde un segundo piso, para huir de la furia y el deshonor causado a los hermanos y el padre de su añorada Hermelinda Balbuena, ¿porqué debería preocuparse por el mal humor de los presentes?, además, podría neutralizar los estímulos o las influencias negativas, generados por su fácil sonrisa de “difícil” explicación. Demasiadas virtudes para un hombre de 57 años, a quién le resultaba imposible esconder la sensualidad de sus palabras justas.
“¿Y cómo me ve Usted, Señor García?” (respondió Vivianne).
-“¡Bien!, ¡bien! Y me alegra que sea así, …acuérdate, para lo que necesites…yo estoy a tu disposición”. (García en realidad quería decirle, “esta noche te espero en mi habitación…quiero chuparte la concha y apretarte las tetas), pero no, él jamás se atrevería a esa bajeza… incluso se atormentaba al recordar que alguna vez, a causa de la calentura, había pensado en ofrecerle dinero.
- ¡Cual es el mejor sandwich que hoy me preparó?”
Jamón serrano, en pan árabe, con rodajas de queso de cabra!” ...hay que mantenerse saludable!”
¡No se olvide de la miel!…
¡Mañana mismo me traen un litro de miel de lavanda!
Vivianne, no era de largas conversaciones, así que guardó su almuerzo en la mochila, y montó la bicicleta, dejando ver sus largas piernas. Como todas las mañanas, ese era el único momento en que regalaba una palabras a quien estuviese en el bar. Luego, simplemente se la veía alejarse hacia la Universidad, donde cursaba el cuarto año de biología, además de hacer la práctica con animales, alimentándolos y limpiándoles las jaulas.
Gregorio García gritó, “¡Mierda!...se va de nuevo”, y giró violentamente al sentir que el extraño lo escuchó, sin la más mínima consideración hacia su intimidad.
Miguel Podestá estaba allí, como una presencia que se asemejaba a un mal incurable, el mismo sentimiento era compartido por los demás pensionistas; sin embargo él, no parecía darse cuenta del rechazo que generaba. Había pasado por situaciones realmente difíciles, como cuando saltó desde un segundo piso, para huir de la furia y el deshonor causado a los hermanos y el padre de su añorada Hermelinda Balbuena, ¿porqué debería preocuparse por el mal humor de los presentes?, además, podría neutralizar los estímulos o las influencias negativas, generados por su fácil sonrisa de “difícil” explicación. Demasiadas virtudes para un hombre de 57 años, a quién le resultaba imposible esconder la sensualidad de sus palabras justas.
VI
Tenía tres días por delante, y ya casi había terminado la lista de clientes a visitar; nadie había decidido firmar el ventajoso contrato que ofrecía la firma que representaba”, ¿tal vez sería tiempo de ir pensando en cambiar por el rubro de alimentos o de prendas de vestir! ¿pero porqué quejarse, si hasta el momento los éxitos sumaban el triple que los fracasos?...Con un último pensamiento positivo decidió caminar hasta la parada del tranvía 9, desde donde iría hasta Wabern, para luego subir al Gurten, donde se encontraría con el Gerente del complejo turístico.
Cuando Podestá se acomodó en el tranvía, giró la cabeza para ver a la mujer que perfumaba el vagón. Se encontró con un africano semi dormido que hubiese caído al piso, de nos ser por los muslos de Vivianne, que lo sostenían desinteresadamente.
-¿Pero...y la bicicleta? (preguntó sorprendido).
-Hoy no es día para bicicletas....además tengo que subir el Gurten.
-¿El Gurten?....¡qué casualidad...yo voy a ver a un cliente!
-¿Un cliente?
-¡Sí! (dijo parándose para cederle el asiento, mientras le entregaba su tarjeta con el logotipo en relieve azul, de Solar System).
-¡Nó, nó Gracias! (dijo Vivianne, dando vuelta la cara para indicar el fin de la conversación).
Podestá lo entendió y para disimular el desplante que acababa de sufrir, buscó un pequeño mapa en el bolsillo del impermeable. Durante los quince minutos que duró el viaje, estudió las calles de Berna, una y otra vez, y entre que lo abría y cerraba, ya estaba viajando en el funicular que lo llevaría a la cima del cerro. Con fastidio se ubicó lo más lejos posible de Vivianne, para que ella comprendiese que no todos los hombres sucumbirían ante su presencia. “¡Debería llamarse Lilith[1]...Nó Vivianne!” (murmuró quejumbroso). Los Cinco metros entre los dos no hicieron más que resaltar su espléndida figura; tobillos perfectos, pantorrilla y rodillas que invitaban a soñar. Todo estaba en su lugar, el vestido, los zapatos, el sobretodo verde musgo abierto a la altura de los senos, y sobre el sweater del mismo tono que el conjunto, un collar de perlas blancas.
Pensó con simple lógica, ¿cómo una estudiante sin recursos tiene semejante vestuario?...debe ser García. quién le paga el hotel y la ropa a cambio de favores...lo mismo, que él mismo había hecho con Eva, la estudiante polaca que casi lo deja en la calle. Prefirió olvidar ese detalle, y alzó la mirada para deleitarse con los labios carnosos de la muchacha. Los ojos de Podestá destellaban estupidez y fueron presa fácil de la engreída y violeta mirada de Vivianne.
-¡Me agarró infraganti! (pensó, y cedió el control de la situación a la mujer, mientras él optó por observar a través de la ventana, las colinas nevadas y la vista de Wabern desde la altura).
[1] Lilith: legendario demonio asirio, encarnado en una hermosa mujer.
Cuando Podestá se acomodó en el tranvía, giró la cabeza para ver a la mujer que perfumaba el vagón. Se encontró con un africano semi dormido que hubiese caído al piso, de nos ser por los muslos de Vivianne, que lo sostenían desinteresadamente.
-¿Pero...y la bicicleta? (preguntó sorprendido).
-Hoy no es día para bicicletas....además tengo que subir el Gurten.
-¿El Gurten?....¡qué casualidad...yo voy a ver a un cliente!
-¿Un cliente?
-¡Sí! (dijo parándose para cederle el asiento, mientras le entregaba su tarjeta con el logotipo en relieve azul, de Solar System).
-¡Nó, nó Gracias! (dijo Vivianne, dando vuelta la cara para indicar el fin de la conversación).
Podestá lo entendió y para disimular el desplante que acababa de sufrir, buscó un pequeño mapa en el bolsillo del impermeable. Durante los quince minutos que duró el viaje, estudió las calles de Berna, una y otra vez, y entre que lo abría y cerraba, ya estaba viajando en el funicular que lo llevaría a la cima del cerro. Con fastidio se ubicó lo más lejos posible de Vivianne, para que ella comprendiese que no todos los hombres sucumbirían ante su presencia. “¡Debería llamarse Lilith[1]...Nó Vivianne!” (murmuró quejumbroso). Los Cinco metros entre los dos no hicieron más que resaltar su espléndida figura; tobillos perfectos, pantorrilla y rodillas que invitaban a soñar. Todo estaba en su lugar, el vestido, los zapatos, el sobretodo verde musgo abierto a la altura de los senos, y sobre el sweater del mismo tono que el conjunto, un collar de perlas blancas.
Pensó con simple lógica, ¿cómo una estudiante sin recursos tiene semejante vestuario?...debe ser García. quién le paga el hotel y la ropa a cambio de favores...lo mismo, que él mismo había hecho con Eva, la estudiante polaca que casi lo deja en la calle. Prefirió olvidar ese detalle, y alzó la mirada para deleitarse con los labios carnosos de la muchacha. Los ojos de Podestá destellaban estupidez y fueron presa fácil de la engreída y violeta mirada de Vivianne.
-¡Me agarró infraganti! (pensó, y cedió el control de la situación a la mujer, mientras él optó por observar a través de la ventana, las colinas nevadas y la vista de Wabern desde la altura).
[1] Lilith: legendario demonio asirio, encarnado en una hermosa mujer.
VII
La entrevista había resultado un éxito, Matías Horta, dio el visto bueno definitivo para la adquisición de dos gigantescos paneles de células fotovoltaicas, las que entrarían a operar a fines del próximo verano. Con el ego montado en las nubes, Miguel Podestá volvió a sonreírle a la vida. En el viaje de regreso, notó que Vivianne se acercaba, y miró al piso para no volver a caer en la trampa.
-¡Señor Podesta!, ¿como le ha ido?...¡no crea que soy curiosa! (Dijo sin esperar respuesta)
-¡Pero por favor!...¡faltaba más!, ¡nunca se me hubiese ocurrido pensar en eso!
Con los ánimos contagiados de optimismo, hicieron el viaje de regreso a la ciudad vieja,
Se ubicaron uno frente al otro, balanceándose, rítmicamente sostenidos de los pasamanos. Podesta pudo apreciar a Vivianne en todo su esplendor…la piel tostada de sus estilizadas manos, los huesos que enmarcaban las perfectas formas de la mandíbula, los labios carnosos.
Pensó en lo increíble que sería besarla.
-“En el college me decían miss Jagger” (Dijo subrepticiamente Vivianne).
-¡Perdón!…
-Sí, ¡Miss Jagger!…¡por que tengo los labios carnosos como Mick Jagger!
-¡Ah sí,…sí claro! (Dijo Podesta terriblemente contrariado, ante la posibilidad que la muchacha le hubiese leído los pensamientos).
-¿Es su primera vez en Berna?
-..¡¡Nó, nó, la conozco más o menos bien! (El locuaz vendedor, no lograba coordinar pensamientos inteligentes, el aliento de la joven tenía perfumes narcotizantes, parecidos al aroma de la lluvia sobre la tierra seca, a imágenes voluptuosas, a fluidos pecaminosos…¿serán carnosos sus labios? (dijo pensando en la paradisíaca vagina de la mujer que lo estaba sacando de quicio).
-¿Y usted que piensa?
-¿Qué pienso de qué? (Le respondió con tono sumiso, asumiendo la perdida del control del dialogo).
Vivianne aparentaba tener plena conciencia de la situación, y lo observaba, como si éste fuese uno más, de los animales con los que experimentaba en el laboratorio de la Universidad.
Podesta se atrevió a fijar la mirada en Vivianne, cuyos ojos violetas salpicados con manchas azules, eran más salvajes que una tormenta furiosa en el Caribe.
-¡Vivianne!
-¿Sí?
-Vivianne…¿Porqué…porqué la gente le llama la reina de los animales?
-¿A quíen?
-¡A ti..!
-¡No lo sabía…! (La joven sonrió, desplegando el abanico de nácar de su boca)…¡ Aunque supongo, que por mi dedicación…por mi desinteresado amor hacia ellos.
-¡Es muy destacable, que alguien de su juventud haya asumido ese compromiso. (Le dijo con tono aburrido, apesadumbrado por no poder romper el esquema de los comentarios insípidos; sus esperanzas estaban puestas en recibir una salvadora inspiración celestial, la cual le ayudaría a inyectar testosterona a su conversación)
-Mi entrega es en favor de los más indefensos.
En ese instante el tranvía dobló cerradamente por la Monbijoustrasse, y “Miguelito” aprovechó para pegar su cara a la de la muchacha; maliciosamente le rozó la cabellera con los labios, “la respiró” profundamente para robarle el alma…y le dijo al oído,…”¿De donde salió tan hermosa mujer?”
El maquinista decidió separarlos, realizando una enérgica contracurva. Aparentemente, Vivianne no escuchó la elogiosa pregunta de Podesta, y se limitó a sonreír sin despegar los labios.
“Es de las mujeres difíciles” (sentenció el varón sudamericano).
El tranvía se detuvo suavemente en la parada de la Kornhausplatz, dando por terminado un inolvidable trayecto. “Estos instantes fueron más intensos que todos mis viajes de boda” (Pensó él).
Bajaron del tranvía con cuidado, Vivianne aceptó el brazo de Podesta para no resbalar sobre el hielo de la vereda, y así, casi en complicidad, entraron en el hall del hotel familiar, donde intercambiaron un par de sonrisas mientras conversaban, ante la atónita mirada de Canuto Noble y de Grigu García, quienes se encontraban compartiendo el “whiskicito” del Happy Hour. Ninguno de los dos entendía que pasaba, ni que se estarían diciendo Vivianne y el desagradable vendedor. Canuto dejó escapar...-“A ese tío lo mato si le pone las manos encima…y a ella también”.
García, dejaba descansar el whisky en el buche, para contener la furia de las palabras trancadas en la garganta. Respiró como le habían enseñado en el Ejército y le recomendó a “su socio”
-¡No digas estupideses Canutin!...que un hombre grande no puede andar con tonteras de celos!
-¡Ya va, ya va, ...pero ese hijo de puta la está envenenando!
Parados junto a la escalera, Podestá parecía transportado al hall de un gran hotel.
-¡Vivianne...no querría ser inoportuno, ¿pero porqué no tomamos un café?
-¡No, muchas gracias Señor, pero estoy en período de exámenes y no tengo ni tres minutos libres!…¡cási ni para mis animalitos! (No fue la respuesta esperada, pero él sabía perfectamente cuando “retirarse”).
-¡Ya tendremos ocasión!
Vivianne no contestó, y su silencio fue como un golpe en el estómago.
Hacía apenas tres horas, sintió desprecio hacia la joven, ahora en cambio sufría su alejamiento. Quedó inmóvil, viéndola perderse en el corredor donde estaban las habitaciones y los baños compartidos entre los siete cuartos de la pensión. Esperó unos
minutos y se fue siguiendo el mismo camino. Una vez en el altillo, no encontró mejor opción que tirarse en la cama con el firme propósito de olvidar a esa extraña. “Ese amor por los animales corresponde a un alma noble”. Fue la última frase obsesiva, antes de cerrar los ojos para inspirarse en la redacción de una carta …“Mi querida esposa Isabella, ¡es tan bello mi amor hacia ti!…aunque la vida nos ha negado la pasión, y tu sabes reina mía, la importancia de ese detalle en mi cultura. ¡Isabella!…¡perdoname!”…¡Pero que carajo estoy diciendo!! (gritó avergonzado, y se dio una tregua encendiendo un cigarrillo para neutralizar el olor a humedad de su pequeño refugio).
Su habitación, encajonada en las alturas, se equilibraba apoyada en las chimeneas de piedra que escaparon a los incendios medievales. De ella salía un mirador, que como un faro vigilaba los tejados de la vielle ville. Se acercó a la pequeña ventana de vidrios “repartidos”, apoyó la cabeza sobre la superficie fría y observó el patio interno que separaba el hotel de otro edifico en estado de abandono. Desde allí observó unas gallinas corriendo hacia una puerta y vio también un par de cerdos montándose bajo la luz de la pálida luna. -¡Un chiquero en plena Berna! (se preguntó y se volvió a recostar, esperando aclarar las cosas y juntar hambre para salir a comer y celebrar su buena suerte).
No eran las nueve y media cuando bajó, García y Noble seguían en el hall, en evidente complicidad con el alcohol. Podesta se quiso sacar la duda y les preguntó,
-¡No sabía que en plena ciudad se pudiesen criar cerdos!
(García y Canuto quedaron inmóviles ante la grosería del repulsivo vendedor).
-¿Qué qué...?, ¿De qué cerdos habla? (preguntó García, convencido que era una ironía dirigida hacia ellos).
-De los cerdos que están en el patio, el chiquero ese,… allá afuera.[1].*
-¡Para que lo sepa, este es un país civilizado! ..¡cerdos al chiquero! (Dijo Canuto indignado sin retirarle la mirada). Podesta atribuyó el mal humor al evidente estado de embriaguez, y optó por salir sin pérdida de tiempo.
-¡Oye! ¿quieres ahuyentarme a ese imbécil?, ¿quieres que pierda el alquiler del peor cuarto que tenemos?
- ¡Está bien, está bien, ...¡ pero cerdo será el padre de ese cabrón!
[1] Hasta los primeros años del siglo XIX, los patios internos, ocultos entre los edificios de la ciudad vieja, eran espacios comunes donde se criaban animales domésticos para el consumo, por lo tanto, habían pasado más de dos siglos, desde la desaparición de los corrales y chiqueros.
-¡Señor Podesta!, ¿como le ha ido?...¡no crea que soy curiosa! (Dijo sin esperar respuesta)
-¡Pero por favor!...¡faltaba más!, ¡nunca se me hubiese ocurrido pensar en eso!
Con los ánimos contagiados de optimismo, hicieron el viaje de regreso a la ciudad vieja,
Se ubicaron uno frente al otro, balanceándose, rítmicamente sostenidos de los pasamanos. Podesta pudo apreciar a Vivianne en todo su esplendor…la piel tostada de sus estilizadas manos, los huesos que enmarcaban las perfectas formas de la mandíbula, los labios carnosos.
Pensó en lo increíble que sería besarla.
-“En el college me decían miss Jagger” (Dijo subrepticiamente Vivianne).
-¡Perdón!…
-Sí, ¡Miss Jagger!…¡por que tengo los labios carnosos como Mick Jagger!
-¡Ah sí,…sí claro! (Dijo Podesta terriblemente contrariado, ante la posibilidad que la muchacha le hubiese leído los pensamientos).
-¿Es su primera vez en Berna?
-..¡¡Nó, nó, la conozco más o menos bien! (El locuaz vendedor, no lograba coordinar pensamientos inteligentes, el aliento de la joven tenía perfumes narcotizantes, parecidos al aroma de la lluvia sobre la tierra seca, a imágenes voluptuosas, a fluidos pecaminosos…¿serán carnosos sus labios? (dijo pensando en la paradisíaca vagina de la mujer que lo estaba sacando de quicio).
-¿Y usted que piensa?
-¿Qué pienso de qué? (Le respondió con tono sumiso, asumiendo la perdida del control del dialogo).
Vivianne aparentaba tener plena conciencia de la situación, y lo observaba, como si éste fuese uno más, de los animales con los que experimentaba en el laboratorio de la Universidad.
Podesta se atrevió a fijar la mirada en Vivianne, cuyos ojos violetas salpicados con manchas azules, eran más salvajes que una tormenta furiosa en el Caribe.
-¡Vivianne!
-¿Sí?
-Vivianne…¿Porqué…porqué la gente le llama la reina de los animales?
-¿A quíen?
-¡A ti..!
-¡No lo sabía…! (La joven sonrió, desplegando el abanico de nácar de su boca)…¡ Aunque supongo, que por mi dedicación…por mi desinteresado amor hacia ellos.
-¡Es muy destacable, que alguien de su juventud haya asumido ese compromiso. (Le dijo con tono aburrido, apesadumbrado por no poder romper el esquema de los comentarios insípidos; sus esperanzas estaban puestas en recibir una salvadora inspiración celestial, la cual le ayudaría a inyectar testosterona a su conversación)
-Mi entrega es en favor de los más indefensos.
En ese instante el tranvía dobló cerradamente por la Monbijoustrasse, y “Miguelito” aprovechó para pegar su cara a la de la muchacha; maliciosamente le rozó la cabellera con los labios, “la respiró” profundamente para robarle el alma…y le dijo al oído,…”¿De donde salió tan hermosa mujer?”
El maquinista decidió separarlos, realizando una enérgica contracurva. Aparentemente, Vivianne no escuchó la elogiosa pregunta de Podesta, y se limitó a sonreír sin despegar los labios.
“Es de las mujeres difíciles” (sentenció el varón sudamericano).
El tranvía se detuvo suavemente en la parada de la Kornhausplatz, dando por terminado un inolvidable trayecto. “Estos instantes fueron más intensos que todos mis viajes de boda” (Pensó él).
Bajaron del tranvía con cuidado, Vivianne aceptó el brazo de Podesta para no resbalar sobre el hielo de la vereda, y así, casi en complicidad, entraron en el hall del hotel familiar, donde intercambiaron un par de sonrisas mientras conversaban, ante la atónita mirada de Canuto Noble y de Grigu García, quienes se encontraban compartiendo el “whiskicito” del Happy Hour. Ninguno de los dos entendía que pasaba, ni que se estarían diciendo Vivianne y el desagradable vendedor. Canuto dejó escapar...-“A ese tío lo mato si le pone las manos encima…y a ella también”.
García, dejaba descansar el whisky en el buche, para contener la furia de las palabras trancadas en la garganta. Respiró como le habían enseñado en el Ejército y le recomendó a “su socio”
-¡No digas estupideses Canutin!...que un hombre grande no puede andar con tonteras de celos!
-¡Ya va, ya va, ...pero ese hijo de puta la está envenenando!
Parados junto a la escalera, Podestá parecía transportado al hall de un gran hotel.
-¡Vivianne...no querría ser inoportuno, ¿pero porqué no tomamos un café?
-¡No, muchas gracias Señor, pero estoy en período de exámenes y no tengo ni tres minutos libres!…¡cási ni para mis animalitos! (No fue la respuesta esperada, pero él sabía perfectamente cuando “retirarse”).
-¡Ya tendremos ocasión!
Vivianne no contestó, y su silencio fue como un golpe en el estómago.
Hacía apenas tres horas, sintió desprecio hacia la joven, ahora en cambio sufría su alejamiento. Quedó inmóvil, viéndola perderse en el corredor donde estaban las habitaciones y los baños compartidos entre los siete cuartos de la pensión. Esperó unos
minutos y se fue siguiendo el mismo camino. Una vez en el altillo, no encontró mejor opción que tirarse en la cama con el firme propósito de olvidar a esa extraña. “Ese amor por los animales corresponde a un alma noble”. Fue la última frase obsesiva, antes de cerrar los ojos para inspirarse en la redacción de una carta …“Mi querida esposa Isabella, ¡es tan bello mi amor hacia ti!…aunque la vida nos ha negado la pasión, y tu sabes reina mía, la importancia de ese detalle en mi cultura. ¡Isabella!…¡perdoname!”…¡Pero que carajo estoy diciendo!! (gritó avergonzado, y se dio una tregua encendiendo un cigarrillo para neutralizar el olor a humedad de su pequeño refugio).
Su habitación, encajonada en las alturas, se equilibraba apoyada en las chimeneas de piedra que escaparon a los incendios medievales. De ella salía un mirador, que como un faro vigilaba los tejados de la vielle ville. Se acercó a la pequeña ventana de vidrios “repartidos”, apoyó la cabeza sobre la superficie fría y observó el patio interno que separaba el hotel de otro edifico en estado de abandono. Desde allí observó unas gallinas corriendo hacia una puerta y vio también un par de cerdos montándose bajo la luz de la pálida luna. -¡Un chiquero en plena Berna! (se preguntó y se volvió a recostar, esperando aclarar las cosas y juntar hambre para salir a comer y celebrar su buena suerte).
No eran las nueve y media cuando bajó, García y Noble seguían en el hall, en evidente complicidad con el alcohol. Podesta se quiso sacar la duda y les preguntó,
-¡No sabía que en plena ciudad se pudiesen criar cerdos!
(García y Canuto quedaron inmóviles ante la grosería del repulsivo vendedor).
-¿Qué qué...?, ¿De qué cerdos habla? (preguntó García, convencido que era una ironía dirigida hacia ellos).
-De los cerdos que están en el patio, el chiquero ese,… allá afuera.[1].*
-¡Para que lo sepa, este es un país civilizado! ..¡cerdos al chiquero! (Dijo Canuto indignado sin retirarle la mirada). Podesta atribuyó el mal humor al evidente estado de embriaguez, y optó por salir sin pérdida de tiempo.
-¡Oye! ¿quieres ahuyentarme a ese imbécil?, ¿quieres que pierda el alquiler del peor cuarto que tenemos?
- ¡Está bien, está bien, ...¡ pero cerdo será el padre de ese cabrón!
[1] Hasta los primeros años del siglo XIX, los patios internos, ocultos entre los edificios de la ciudad vieja, eran espacios comunes donde se criaban animales domésticos para el consumo, por lo tanto, habían pasado más de dos siglos, desde la desaparición de los corrales y chiqueros.
VIII
Ya fuera del Flora, comenzó el ritual de sus paseos nocturnos, el termómetro con números rojos de la farmacia Bären, marcaba 6º bajo cero, las calles estaban cubiertas por el manto helado y protector de la niebla...hacía frío, parecía frío antiguo, era como el aliento de las entrañas de los edificios, era la respiración moribunda de la ciudad vieja. Podestá tenía pendiente desde su llegada, la visita al druida que habitaba un edificio ubicado en la “punta de la lengua”, Al final de la Gerechtigkeitsgasse, frente a la iglesia Nydegg. Allí no se llegaba con cita previa ni por conductos formales, sencillamente había que responder a los instintos. Como conocedor de las complicadas artes de lo sobrenatural, no dejaría escapar la oportunidad de confraternizar con Daniel, o el “Tuerto” como lo llamaban otros integrantes de la cofradía. Este llegó a sus oídos accidentalmente, cuando escuchó a la esposa de un cliente que decía “El Tuerto me cocinó, derritió mis metales y me dio de comer fórmulas reservadas a los príncipes de la iglesia”. El Tuerto Daniel no habría justificado su fama de no haber sido por las pastas y salsas salidas de su laboratorio…seguramente su reputación de alquimista había crecido cocinando pucheros compuestos de embustes y embelecos. Decidió ir hacia allá; caminaba envuelto en su bufanda de seda, escondiendo las mangas en el tapado que había heredado de alguno de sus suegros. No tuvo que esforzarse mucho para encontrar la morada del Druida; ésta, no disimulaba sus pretensiones de adueñarse de la colina, donde desde hacía siglos se marcaba el límite entre lo civilizado y lo salvaje, era una perfecta frontera cultural alimentada por la sangre de numerosas generaciones de helvetas. Allí estaba la “Maison Druida”, implantada sólidamente como un cuerno de rinoceronte; un lugar con atmósfera mágica, a donde hombres como él podrían llegar sin demasiadas explicaciones.
La puerta de calle se hallaba sin tranca, y tuvo la certeza que lo estaban esperando; la empujó con todo el cuerpo para poder moverla. Sorprendido, observó como desde los sótanos de la histórica construcción, ascendían raudales de oscuridad. “Es luz negra” (pensó Podesta). Los candelabros de la escalera caracol, parecían luchar por no ser devoradas por la negritud que se esparcía como una incontenible inundación. Sus dedos iban dejando huellas en su ascenso circular; al llegar al primer piso se le cruzaron un par de orientales semidesnudos, como si fuesen lauchas que atravesaban las paredes de piedra. Ya en el segundo piso, dos antorchas daban realce a la entrada barroca, en la cual, los dorados titilaban como estrellas ante los caprichosos destellos de las llamas.
Golpeó tres veces, sujetando con fuerza la cabeza de león del llamador. Le respondieron con un abrir y cerrar de la mirilla, la puerta gimió, y apareció una diminuta dama cubierta con hábitos franciscanos.
-¡Oui Monsieur!…¿Qu ´est-ce que vous voulez?
-Ver al Druida…
(La dama le inspeccionó los zapatos y el sobretodo) -¡Siéntese allá!
Podesta ya estaba dentro de la reputada residencia, y se sentía como el habitué de un gentlemen club… encantado con el lujo, la altura de los techos, los muebles, los mármoles y cuadros que le daban la impresión de estar atrapado en un museo. Eligió un sillón con patas en forma de garras, y se acomodó para escuchar el tic tac de un reloj de pared, y planificar el diálogo que tendría con el “Tuerto Daniel”…”¿Prefiere la brujería de Castilla, o la de Escandinavia?…¿Qué opina de las fórmulas de Sidro Martel?” (Miguelito querría impresionarlo…hablarle de igual a igual)…”¿Has probado la mandrágora con sirop de maple y pimienta blanca?”
Nó, en realidad nada de eso le interesaba, aunque él no lo aceptase, el amor le estaba carcomiendo los hemisferios cerebrales y el aparato digestivo. Quería escuchar la opinión del Tuerto Daniel sobre la conveniencia de una mujer como Vivianne
-“¿Estás deprimido?…¿enamorado? (Le preguntó con tono comprensivo el Tuerto, quién para sorpresa del visitante, se hallaba a su costado, casi imperceptible, con las piernas cruzadas, y acariciando los hilos de oro del tapizado del trono
-¡No lo escuché!! (dijo sobresaltado Podesta).
-…¡Ayhh…ese es nuestro gran problema,…la sordera del alma!
-¡Nó, nó…!
-No diga nada…¿Cómo llegó hasta acá?
Podesta sintió que podía confiar en el Tuerto Daniel, la sencillez de su pantalón y la blusa marroquí así le indicaron, y le contó, como gracias a la mujer de un cliente, pudo dar con él.
-¡Ahh…Marie Antoinette!…¡Un encanto!
A decir verdad, el Druida se parecía más a Rodolfo Valentino peinado a la gomina y con aires de beduino, que a un mago celta.
-¡Maestro!..yo tengo una consulta…
-¡Llámeme Daniel!
-¡Si, si claro!…Es hermosa y me hace sufrir (fue lo único que pudo decir Podesta).
-¡Hay mi querido, cada persona es responsable por la construcción de su propia realidad, y
de su comportamiento como parte de un sistema!...
-¡Perdón pero no entendí! (confesó con tono sumiso).
- ¡Que esos amores terminan en tragedia!…¡Hayyy Dios de los Primitivos...has algo por este escorpión!...¿Probó con medicinas subsaharianas? (le preguntó destellando el vidrio del ojo derecho).
-…Nó…¡claro que nó! (respondió Miguelito, emocionado ante los secretos que se estaban por revelar).
-¡Fátima!, ¡Fátima! (vociferó el mago, acompañando su dulce voz con dos aplausos).
La diminuta dama se acercó, deslizándose silenciosa, con las manos entrelazadas dentro de las anchas mangas de la sotana.
-¿Ouí Monseigneur?
-Dale la fórmula sudanesa…¿Cómo te llamas?
-Miguel…Miguel Podesta.
-¡Después te veo!…(Dijo el mago, alejándose mientras fregaba la piedra filosofal que escondía en el bolsillo de su pantalón).
Fátima lo guió hasta un largo pasillo con puertas enfrentadas, en cuyos blancos tableros se leían…”Cote d´Ivoire, Indochine, Dominicane…Soudane”, debajo de cada nombre, un dibujo de planta exótica.
Fátima dio un par de golpes suaves y sin esperar respuesta abrió la puerta sujetando la manija; con la mano izquierda hizo un metódico gesto de bienvenida, invitándolo a entrar. Miguelito ingresó en la habitación ahumada con sahumerios. De entre la cálida niebla, surgió una enorme negra, de tal tamaño, de tal altura, que lo podría haber acunado entre sus brazos.
¿”Será una pitonisa?” (Pensó Podesta) Sus dudas se vieron aclaradas, cuando la mujer dejó caer su robe de satin rojo sobre el piso. Las enormes tetas de pezones negros como el ébano, parecían dos bombas de la Segunda Guerra cayendo sobre Varsovia.
-¡Dios mío…Dios mío! (Suplicó Podesta) y sin la menor consideración hacia la dama, huyó del cuarto, implorando encontrar la salida.
-¡Monseigneur!, ¡Monseigneur!…¡Le client s`est enfuit!
Podesta corría maldiciendo su curiosidad, sin prestar atención a los lamentos subsaharianos, ni a los sillones y lámparas que iban cayendo como producto de su incomprensible actitud,… una loca carrera en busca de la libertad.
-¡Monseigneur!, ¡le client s´est enfuit!
-…¡Bueno, bueno!…¡Haber si me dejás de espantar a la gente!…¿Qué le hiciste al sudaca?
La inmensa dama negra se encogió de hombros y agachó la cabeza ante las reprimendas del mago.
Ya en la calle, corrió unas cuadras hasta adentrarse en la Münstergasse, recién ahí pudo sentarse en el parapeto de una tienda de extravagancias, desde allí observó la torre de la catedral que se incrustaba luminosa en las negras entrañas de la noche; disfrutó la soledad, ya más tranquilo caminó unos metros y pudo escuchar sus pasos. Hubiese permanecido en estado de armonía, de no ser por un sonido grave que crecía a sus espaldas…llegaba desde la colina maldita. Giró sobre sí, y se aterró al ver a lo lejos, un hombre inmenso levantándose del suelo, “será el Druida que viene por mi” (pensó). Se detuvo un instante sin dejar de mirar,...no parecía una persona, no, era simplemente un bulto oscuro y amorfo que se desplazaba pesadamente, generando sonidos filosos, de uñas rasgando las piedras del piso...chispas salían a cada paso de la mole que se acercaba hacia él como un bólido astral. Podestá tuvo que pegar su cuerpo a la vidriera, para que el gigantesco oso no lo atropellase. Estupefacto quedó cuando cruzó su mirada con la del animal que no dejaba de morder un zapato que llevaba aprisionado entre los dientes. No salía de su asombro, y de no ser por el olor bestial que quedó impregnado en su ropa, se hubiera creído delirando de fiebre.
Respiró profundamente, para darse ánimos y poder despegarse del vidrio que lo protegía; a esa altura, el frío había perdido sentido y se desenroscó la bufanda, como cuando las amas de casa abren las ventanas en las mañanas. Decidió olvidar la visita a lo del “tuerto Daniel”, “finalmente, este no es el motivo de mi estadía en Berna” (reflexionó apesadumbrado) y volvió presuroso a refugiarse entre las cuatro paredes del hotelucho. Caminaba tembloroso por el medio de la calle para no hacerlo en la oscuridad de las recovas, con cuidado pisaba las finas capas de hielo, que se quebraban como delgadas copas de vino. Al llegar a una fuente, metió las manos temerosas en el agua helada, y sintió recuperar la cordura, luego aceleró la marcha en dirección a la torre del reloj. Desde allí vio salir a un noctámbulo en patineta, que impulsado por el declive de la calle, era tragado suavemente por la oscuridad de la Kramgasse.
¿Fue una noche de emociones, o de alucinaciones?… prefirió pensar que su afición a la magia y su pasado repleto de culpas le estaban jugando una mala pasada. El jueves 14 de febrero, durmió profundamente, y solo se despertó cuando el olor del almuerzo trepó hasta su altillo
En veinte minutos se limpió con un trapo húmedo, según había aprendido años antes, en una pensión de Bruselas, cuando el frío aún no lo acobardaba. Acomodó sus papeles en el maletín y descendió los tres pisos. No era una mañana bulliciosa, nunca ocurría eso; Se acercó al mostrador y tuvo que esperar a que García pudiese destrabar su inmenso culo de los apoya brazos del silloncito marrón. Grigu lo miró con desazón ya que había apostado, a que Podesta (seguramente interesado en Vivianne), prolongaría indefinidamente su estancia en el hotel, pero no fue así, él pagó por adelantado las dos últimas noches.
En ese instante entró Canuto Noble, con la hoja de prueba del pasquín. Nuevamente se repetía la escena de la noche anterior...los tres solos, compartiendo el mismo desprecio. Podestá lo entendió y aunque necesitaba hablar, contar a alguien la aterradora experiencia con el oso, prefirió callar, ya que tenía fresco en la memoria el rechazo que produjo su comentario sobre los cerdos y las gallinas.
La puerta de calle se hallaba sin tranca, y tuvo la certeza que lo estaban esperando; la empujó con todo el cuerpo para poder moverla. Sorprendido, observó como desde los sótanos de la histórica construcción, ascendían raudales de oscuridad. “Es luz negra” (pensó Podesta). Los candelabros de la escalera caracol, parecían luchar por no ser devoradas por la negritud que se esparcía como una incontenible inundación. Sus dedos iban dejando huellas en su ascenso circular; al llegar al primer piso se le cruzaron un par de orientales semidesnudos, como si fuesen lauchas que atravesaban las paredes de piedra. Ya en el segundo piso, dos antorchas daban realce a la entrada barroca, en la cual, los dorados titilaban como estrellas ante los caprichosos destellos de las llamas.
Golpeó tres veces, sujetando con fuerza la cabeza de león del llamador. Le respondieron con un abrir y cerrar de la mirilla, la puerta gimió, y apareció una diminuta dama cubierta con hábitos franciscanos.
-¡Oui Monsieur!…¿Qu ´est-ce que vous voulez?
-Ver al Druida…
(La dama le inspeccionó los zapatos y el sobretodo) -¡Siéntese allá!
Podesta ya estaba dentro de la reputada residencia, y se sentía como el habitué de un gentlemen club… encantado con el lujo, la altura de los techos, los muebles, los mármoles y cuadros que le daban la impresión de estar atrapado en un museo. Eligió un sillón con patas en forma de garras, y se acomodó para escuchar el tic tac de un reloj de pared, y planificar el diálogo que tendría con el “Tuerto Daniel”…”¿Prefiere la brujería de Castilla, o la de Escandinavia?…¿Qué opina de las fórmulas de Sidro Martel?” (Miguelito querría impresionarlo…hablarle de igual a igual)…”¿Has probado la mandrágora con sirop de maple y pimienta blanca?”
Nó, en realidad nada de eso le interesaba, aunque él no lo aceptase, el amor le estaba carcomiendo los hemisferios cerebrales y el aparato digestivo. Quería escuchar la opinión del Tuerto Daniel sobre la conveniencia de una mujer como Vivianne
-“¿Estás deprimido?…¿enamorado? (Le preguntó con tono comprensivo el Tuerto, quién para sorpresa del visitante, se hallaba a su costado, casi imperceptible, con las piernas cruzadas, y acariciando los hilos de oro del tapizado del trono
-¡No lo escuché!! (dijo sobresaltado Podesta).
-…¡Ayhh…ese es nuestro gran problema,…la sordera del alma!
-¡Nó, nó…!
-No diga nada…¿Cómo llegó hasta acá?
Podesta sintió que podía confiar en el Tuerto Daniel, la sencillez de su pantalón y la blusa marroquí así le indicaron, y le contó, como gracias a la mujer de un cliente, pudo dar con él.
-¡Ahh…Marie Antoinette!…¡Un encanto!
A decir verdad, el Druida se parecía más a Rodolfo Valentino peinado a la gomina y con aires de beduino, que a un mago celta.
-¡Maestro!..yo tengo una consulta…
-¡Llámeme Daniel!
-¡Si, si claro!…Es hermosa y me hace sufrir (fue lo único que pudo decir Podesta).
-¡Hay mi querido, cada persona es responsable por la construcción de su propia realidad, y
de su comportamiento como parte de un sistema!...
-¡Perdón pero no entendí! (confesó con tono sumiso).
- ¡Que esos amores terminan en tragedia!…¡Hayyy Dios de los Primitivos...has algo por este escorpión!...¿Probó con medicinas subsaharianas? (le preguntó destellando el vidrio del ojo derecho).
-…Nó…¡claro que nó! (respondió Miguelito, emocionado ante los secretos que se estaban por revelar).
-¡Fátima!, ¡Fátima! (vociferó el mago, acompañando su dulce voz con dos aplausos).
La diminuta dama se acercó, deslizándose silenciosa, con las manos entrelazadas dentro de las anchas mangas de la sotana.
-¿Ouí Monseigneur?
-Dale la fórmula sudanesa…¿Cómo te llamas?
-Miguel…Miguel Podesta.
-¡Después te veo!…(Dijo el mago, alejándose mientras fregaba la piedra filosofal que escondía en el bolsillo de su pantalón).
Fátima lo guió hasta un largo pasillo con puertas enfrentadas, en cuyos blancos tableros se leían…”Cote d´Ivoire, Indochine, Dominicane…Soudane”, debajo de cada nombre, un dibujo de planta exótica.
Fátima dio un par de golpes suaves y sin esperar respuesta abrió la puerta sujetando la manija; con la mano izquierda hizo un metódico gesto de bienvenida, invitándolo a entrar. Miguelito ingresó en la habitación ahumada con sahumerios. De entre la cálida niebla, surgió una enorme negra, de tal tamaño, de tal altura, que lo podría haber acunado entre sus brazos.
¿”Será una pitonisa?” (Pensó Podesta) Sus dudas se vieron aclaradas, cuando la mujer dejó caer su robe de satin rojo sobre el piso. Las enormes tetas de pezones negros como el ébano, parecían dos bombas de la Segunda Guerra cayendo sobre Varsovia.
-¡Dios mío…Dios mío! (Suplicó Podesta) y sin la menor consideración hacia la dama, huyó del cuarto, implorando encontrar la salida.
-¡Monseigneur!, ¡Monseigneur!…¡Le client s`est enfuit!
Podesta corría maldiciendo su curiosidad, sin prestar atención a los lamentos subsaharianos, ni a los sillones y lámparas que iban cayendo como producto de su incomprensible actitud,… una loca carrera en busca de la libertad.
-¡Monseigneur!, ¡le client s´est enfuit!
-…¡Bueno, bueno!…¡Haber si me dejás de espantar a la gente!…¿Qué le hiciste al sudaca?
La inmensa dama negra se encogió de hombros y agachó la cabeza ante las reprimendas del mago.
Ya en la calle, corrió unas cuadras hasta adentrarse en la Münstergasse, recién ahí pudo sentarse en el parapeto de una tienda de extravagancias, desde allí observó la torre de la catedral que se incrustaba luminosa en las negras entrañas de la noche; disfrutó la soledad, ya más tranquilo caminó unos metros y pudo escuchar sus pasos. Hubiese permanecido en estado de armonía, de no ser por un sonido grave que crecía a sus espaldas…llegaba desde la colina maldita. Giró sobre sí, y se aterró al ver a lo lejos, un hombre inmenso levantándose del suelo, “será el Druida que viene por mi” (pensó). Se detuvo un instante sin dejar de mirar,...no parecía una persona, no, era simplemente un bulto oscuro y amorfo que se desplazaba pesadamente, generando sonidos filosos, de uñas rasgando las piedras del piso...chispas salían a cada paso de la mole que se acercaba hacia él como un bólido astral. Podestá tuvo que pegar su cuerpo a la vidriera, para que el gigantesco oso no lo atropellase. Estupefacto quedó cuando cruzó su mirada con la del animal que no dejaba de morder un zapato que llevaba aprisionado entre los dientes. No salía de su asombro, y de no ser por el olor bestial que quedó impregnado en su ropa, se hubiera creído delirando de fiebre.
Respiró profundamente, para darse ánimos y poder despegarse del vidrio que lo protegía; a esa altura, el frío había perdido sentido y se desenroscó la bufanda, como cuando las amas de casa abren las ventanas en las mañanas. Decidió olvidar la visita a lo del “tuerto Daniel”, “finalmente, este no es el motivo de mi estadía en Berna” (reflexionó apesadumbrado) y volvió presuroso a refugiarse entre las cuatro paredes del hotelucho. Caminaba tembloroso por el medio de la calle para no hacerlo en la oscuridad de las recovas, con cuidado pisaba las finas capas de hielo, que se quebraban como delgadas copas de vino. Al llegar a una fuente, metió las manos temerosas en el agua helada, y sintió recuperar la cordura, luego aceleró la marcha en dirección a la torre del reloj. Desde allí vio salir a un noctámbulo en patineta, que impulsado por el declive de la calle, era tragado suavemente por la oscuridad de la Kramgasse.
¿Fue una noche de emociones, o de alucinaciones?… prefirió pensar que su afición a la magia y su pasado repleto de culpas le estaban jugando una mala pasada. El jueves 14 de febrero, durmió profundamente, y solo se despertó cuando el olor del almuerzo trepó hasta su altillo
En veinte minutos se limpió con un trapo húmedo, según había aprendido años antes, en una pensión de Bruselas, cuando el frío aún no lo acobardaba. Acomodó sus papeles en el maletín y descendió los tres pisos. No era una mañana bulliciosa, nunca ocurría eso; Se acercó al mostrador y tuvo que esperar a que García pudiese destrabar su inmenso culo de los apoya brazos del silloncito marrón. Grigu lo miró con desazón ya que había apostado, a que Podesta (seguramente interesado en Vivianne), prolongaría indefinidamente su estancia en el hotel, pero no fue así, él pagó por adelantado las dos últimas noches.
En ese instante entró Canuto Noble, con la hoja de prueba del pasquín. Nuevamente se repetía la escena de la noche anterior...los tres solos, compartiendo el mismo desprecio. Podestá lo entendió y aunque necesitaba hablar, contar a alguien la aterradora experiencia con el oso, prefirió callar, ya que tenía fresco en la memoria el rechazo que produjo su comentario sobre los cerdos y las gallinas.
IX
"Ethically we are nevertheless still in a certain schizophernia".
(Silvia Ricci Lempe”A Study Not For Narrows Minds;
Switzerland”)
Salió a la calle como quién acaba de ser parido, no tenía dirección establecida y mucho menos, compromisos que cumplir...Ya le explicaría al jefe, que tuvo un problema gástrico, o simplemente que no tuvo tiempo...o que mantuvo un romance con una mujer increíble...algo se le ocurriría; además, Enzo Zanetti comprendería razonablemente las espontáneas necesidades de un latino.
Podestá no era novato en esta ciudad, hacía varios años había presentado su curriculum en la Tobler; fue un mal comienzo porque la empresa no tenía la política de contratar un químico para embalar paquetes de chocolate. Berna no era un buen recuerdo, pero aún así, decidió darle una segunda oportunidad...eso sonaba a una excusa, ya que lo inquietante no era su pasado, sino, la inexplicable noche anterior...tenía que olvidarla, o mejor, encontrar una respuesta lógica y descartar definitivamente la posibilidad de una demencia senil. -¡57 años no es nada!!!... (dijo mirándose al espejo, sentado en la barra del café Adriano´s). La moza le sonrió con tono de aprobación. ...Ahora podría disfrutar del tiempo libre.
Recorrió el Museo de Historia, muy entusiasmado con las reconstrucciones de interiores de época, las cocinas y las salas, armadas como rompecabezas, con pedazos originales de viviendas extinguidas. Disfrutó como un niño ante las maravillas que revelaba el pasado, y con ese espíritu, salió de allí para meterse en el vecino Museo de Historia Natural; antes de iniciar el recorrido se sentó en el bar a comer un sandwich, al que le sacó las rodajas de pepinos. Estaba bien, se sentía protegido en el ambiente académico que alguna vez le fue cotidiano; observando a los jóvenes estudiantes añoró los tiempos de las ilusiones...Se puso de pie, se sacudió las migas que habían quedado pegadas en el pantalón de dibujo escocés, tosió un par de veces, como si estuviese dando arranque a un viejo motor, y se encaminó a la sala de animales embalsamados; allí, había luz de caverna, repleta de vidrieras, dentro de éstas se reproducían magistralmente, escenarios silvestres con los animales correspondientes. Así, desfiló frente a las cebras, águilas y leopardos, y ya casi al final del recorrido, en un rincón se recreaba un escenario rocoso dando marco a un enorme oso pardo en posición de ataque. Instintivamente dio un paso atrás y debió pedir disculpas a la madre del niño que acababa de pisar.
-¡Entschuldigung!! ¡¡Entschuldigung!!
La falta de luz le impidió ver los ojos del oso, pero si, pudo observar los enormes colmillos blancos. Podestá se inclinó hacia adelante, a causa de un bajón de presión, se apoyó contra la pared, y sintió el frío bajándole desde la cabeza hasta el estómago...no se enderezó, hasta estar seguro de poder sostenerse.
Ya de camino al hotel, pensó en tomar un vehículo y retirarse presuroso de la ciudad. Fue en vano, una simple aspiración para alguien a quién no respondían sus reflejos. Optó por seguir deambulando con el pensamiento puesto en la “Reina de los animales”, aunque eso no lo mortificaba, al contrario, se sentía dichoso de desear a alguien tan intensamente.
-¡Que ocurrencia!, ¡Pero qué ocurrencia Miguelito! (Se dijo así mismo mientras se dirigía al Kornhaus)…Un gran café, en un galpón con aires mundanos, que bien podría ser la confitería de la Gare de Lyon, o del Ferrocarril Belgrano; allí depositaba sus esperanzas de jugador de ruleta, la misma que tal vez le permitiría encontrar alguien con quien conversar. Se ubicó en un sofá vacío, esperando con paciencia de pescador …pasaron 35 minutos y eso se parecía al Mar Muerto; cambió varias veces de posición para evitar los cada vez más frecuentes calambres, tomó tres “expresos” y se entretuvo viendo la diversidad de personas desfilando en la peatonal. Se estaba ocultando la tarde y los letreros luminosos empezaban a reflejarse en la calzada mojada…era un carnaval de colores silenciosos.
Otra jornada estaba finalizando, el barman bajó el volumen de la música y apagó el par de velas que daban luz crepuscular a una fuente de canapés. Hubiese sido un día jueves sin pena ni gloria, de no haber visto a Vivianne, que entre la multitud, y con suave pedaleo se abría paso en dirección a la pensión. Pagó a las apuradas y se fue sin esperar el vuelto…caminaba enérgica y ansiosamente, escuchando los latidos de su corazón… Temblaba como un adolescente en una noche de suerte.
Atropelló el hotel sin reparar en nadie, y llegó al cuarto dando grandes zancadas, se enjuagó la boca, tomó un sorbo de colonia “after shave”, se peinó con las palmas de las manos, se miró al espejo, olió el perfume y se lo derramó generosamente. Luego abrió su maletín, y como si manipulase una carga explosiva, cerró los dedos en pinza y tomó un picaflor hembra, delicadamente adornado con perlas y piedras de coral, lo envolvió en seda y se lo puso en el saco azul marino. Era un amuleto infalible para atraer a la mujer amada. Cerró la puerta, apoyó su espalda en ella y respiró profundo para darse valor; con la palma de la mano presionó el bolsillo que guardaba el amuleto, y ceremoniosamente le dijo una
oración…”¡Oh Chuparrosa divina!, tu que das y quitas el néctar de las flores, tu que das e inculcas a la mujer el amor, yo me acojo a ti como a tus poderes fluidos para que me protejas y me des las facultades de querer cuanta mujer yo quiera, ya sea doncella, casada o viuda. Para que me concedas lo que yo te pido, te rezo esta oración, Oh mi Chuparrosa hermosa!.
Un piso y tres puertas lo separaban de Vivianne …Hoy la invitaría a salir, y de ser posible, hoy mismo dormiría con ella. Bajó los escalones gastados con la convicción de alguien que va a pedir algo que le corresponde. La puerta de la habitación 202 lucía luminosa, se paró frente a ella y levantó el puño para anunciarse…los dedos se le abrieron de tristeza, Vivianne estaba acompañada, se escuchaba su voz enamorada diciendo galanterías.
-¡Oye, que fuerte eres mi amor!...¿qué quieres de mi?
. ¡Que hagas lo que más temes... aquello que rechazas!
Podesta no pudo dominarse y salió corriendo del Hotel, como si se estuviese dirigiendo a la cita más importante del mundo. Eran lágrimas y no lluvia lo que tenía en las mejillas; caminó hacia el Bahnhof, una vez allí volvió a respirar, compró un licor que terminó de tomar en el andén 3…la noche le daba vueltas, y como pudo se sentó en el vagón de fumadores del tren a Fribourg.
Durmió la larga noche en la pensión du Jura, comprendió que todo lo que tenía no era nada, al lado de lo que le faltaba. En unas pocas horas había sentido más angustia que en los últimos años…¿Porqué este amor tan loco?…¡Tal vez estuviese sola, recitando un monólogo!, ¿Porqué debería ser un amante? (Se dijo dándose ánimos para volver a intentar).
Podestá no era novato en esta ciudad, hacía varios años había presentado su curriculum en la Tobler; fue un mal comienzo porque la empresa no tenía la política de contratar un químico para embalar paquetes de chocolate. Berna no era un buen recuerdo, pero aún así, decidió darle una segunda oportunidad...eso sonaba a una excusa, ya que lo inquietante no era su pasado, sino, la inexplicable noche anterior...tenía que olvidarla, o mejor, encontrar una respuesta lógica y descartar definitivamente la posibilidad de una demencia senil. -¡57 años no es nada!!!... (dijo mirándose al espejo, sentado en la barra del café Adriano´s). La moza le sonrió con tono de aprobación. ...Ahora podría disfrutar del tiempo libre.
Recorrió el Museo de Historia, muy entusiasmado con las reconstrucciones de interiores de época, las cocinas y las salas, armadas como rompecabezas, con pedazos originales de viviendas extinguidas. Disfrutó como un niño ante las maravillas que revelaba el pasado, y con ese espíritu, salió de allí para meterse en el vecino Museo de Historia Natural; antes de iniciar el recorrido se sentó en el bar a comer un sandwich, al que le sacó las rodajas de pepinos. Estaba bien, se sentía protegido en el ambiente académico que alguna vez le fue cotidiano; observando a los jóvenes estudiantes añoró los tiempos de las ilusiones...Se puso de pie, se sacudió las migas que habían quedado pegadas en el pantalón de dibujo escocés, tosió un par de veces, como si estuviese dando arranque a un viejo motor, y se encaminó a la sala de animales embalsamados; allí, había luz de caverna, repleta de vidrieras, dentro de éstas se reproducían magistralmente, escenarios silvestres con los animales correspondientes. Así, desfiló frente a las cebras, águilas y leopardos, y ya casi al final del recorrido, en un rincón se recreaba un escenario rocoso dando marco a un enorme oso pardo en posición de ataque. Instintivamente dio un paso atrás y debió pedir disculpas a la madre del niño que acababa de pisar.
-¡Entschuldigung!! ¡¡Entschuldigung!!
La falta de luz le impidió ver los ojos del oso, pero si, pudo observar los enormes colmillos blancos. Podestá se inclinó hacia adelante, a causa de un bajón de presión, se apoyó contra la pared, y sintió el frío bajándole desde la cabeza hasta el estómago...no se enderezó, hasta estar seguro de poder sostenerse.
Ya de camino al hotel, pensó en tomar un vehículo y retirarse presuroso de la ciudad. Fue en vano, una simple aspiración para alguien a quién no respondían sus reflejos. Optó por seguir deambulando con el pensamiento puesto en la “Reina de los animales”, aunque eso no lo mortificaba, al contrario, se sentía dichoso de desear a alguien tan intensamente.
-¡Que ocurrencia!, ¡Pero qué ocurrencia Miguelito! (Se dijo así mismo mientras se dirigía al Kornhaus)…Un gran café, en un galpón con aires mundanos, que bien podría ser la confitería de la Gare de Lyon, o del Ferrocarril Belgrano; allí depositaba sus esperanzas de jugador de ruleta, la misma que tal vez le permitiría encontrar alguien con quien conversar. Se ubicó en un sofá vacío, esperando con paciencia de pescador …pasaron 35 minutos y eso se parecía al Mar Muerto; cambió varias veces de posición para evitar los cada vez más frecuentes calambres, tomó tres “expresos” y se entretuvo viendo la diversidad de personas desfilando en la peatonal. Se estaba ocultando la tarde y los letreros luminosos empezaban a reflejarse en la calzada mojada…era un carnaval de colores silenciosos.
Otra jornada estaba finalizando, el barman bajó el volumen de la música y apagó el par de velas que daban luz crepuscular a una fuente de canapés. Hubiese sido un día jueves sin pena ni gloria, de no haber visto a Vivianne, que entre la multitud, y con suave pedaleo se abría paso en dirección a la pensión. Pagó a las apuradas y se fue sin esperar el vuelto…caminaba enérgica y ansiosamente, escuchando los latidos de su corazón… Temblaba como un adolescente en una noche de suerte.
Atropelló el hotel sin reparar en nadie, y llegó al cuarto dando grandes zancadas, se enjuagó la boca, tomó un sorbo de colonia “after shave”, se peinó con las palmas de las manos, se miró al espejo, olió el perfume y se lo derramó generosamente. Luego abrió su maletín, y como si manipulase una carga explosiva, cerró los dedos en pinza y tomó un picaflor hembra, delicadamente adornado con perlas y piedras de coral, lo envolvió en seda y se lo puso en el saco azul marino. Era un amuleto infalible para atraer a la mujer amada. Cerró la puerta, apoyó su espalda en ella y respiró profundo para darse valor; con la palma de la mano presionó el bolsillo que guardaba el amuleto, y ceremoniosamente le dijo una
oración…”¡Oh Chuparrosa divina!, tu que das y quitas el néctar de las flores, tu que das e inculcas a la mujer el amor, yo me acojo a ti como a tus poderes fluidos para que me protejas y me des las facultades de querer cuanta mujer yo quiera, ya sea doncella, casada o viuda. Para que me concedas lo que yo te pido, te rezo esta oración, Oh mi Chuparrosa hermosa!.
Un piso y tres puertas lo separaban de Vivianne …Hoy la invitaría a salir, y de ser posible, hoy mismo dormiría con ella. Bajó los escalones gastados con la convicción de alguien que va a pedir algo que le corresponde. La puerta de la habitación 202 lucía luminosa, se paró frente a ella y levantó el puño para anunciarse…los dedos se le abrieron de tristeza, Vivianne estaba acompañada, se escuchaba su voz enamorada diciendo galanterías.
-¡Oye, que fuerte eres mi amor!...¿qué quieres de mi?
. ¡Que hagas lo que más temes... aquello que rechazas!
Podesta no pudo dominarse y salió corriendo del Hotel, como si se estuviese dirigiendo a la cita más importante del mundo. Eran lágrimas y no lluvia lo que tenía en las mejillas; caminó hacia el Bahnhof, una vez allí volvió a respirar, compró un licor que terminó de tomar en el andén 3…la noche le daba vueltas, y como pudo se sentó en el vagón de fumadores del tren a Fribourg.
Durmió la larga noche en la pensión du Jura, comprendió que todo lo que tenía no era nada, al lado de lo que le faltaba. En unas pocas horas había sentido más angustia que en los últimos años…¿Porqué este amor tan loco?…¡Tal vez estuviese sola, recitando un monólogo!, ¿Porqué debería ser un amante? (Se dijo dándose ánimos para volver a intentar).
X
Regresando a Berna, almorzó en el vagón comedor…¡al cuerno se fueron los viáticos ahorrados! Pero todavía podía saborear el éxito obtenido con Matías Horta. Al fin y al cabo, hacía un buen tiempo que no se tomaba vacaciones. Caminó desahogado y entró en el edificio de Loeb para comprar un regalo a su esposa; él nunca volvía con las manos vacías, Tuvo que recorrer todos los escaparates y los cinco pisos de la tienda, para decidirse por el foulard italiano. Se sintió satisfecho, y se sentó en la cafetería donde se dio el gusto con dos chocolates calientes…se miró al espejo y sonrió con franqueza, estaba saliendo de una pesadilla.
Al entrar en el Flora, saludo con cortesía a García, a Canuto y a los siete enanos. Hasta hubiese compartido una grappa con ellos, de no ser por el profundo cansancio acumulado en los párpados y en la lengua . Los despidió como a viejos camaradas y subió al altillo.
Al entrar en el Flora, saludo con cortesía a García, a Canuto y a los siete enanos. Hasta hubiese compartido una grappa con ellos, de no ser por el profundo cansancio acumulado en los párpados y en la lengua . Los despidió como a viejos camaradas y subió al altillo.
XI
Los buscadores del destino, no perciben que viajan
montados sobre una bestia fuera de control.
(epitafio en tumba Maká).
montados sobre una bestia fuera de control.
(epitafio en tumba Maká).
Antes de sumergirse en la cama, y a fin de evitar ser manipulado mediante un sueño provocado, balbuceó unas oraciones, y bendijo el colchón y las sábanas y luego se acostó. Durmió vestido, profundo, con la boca abierta humedeciendo la almohada. Los sueños eran flashes ininterrumpidos, historias incoherentes e inconclusas, se vio de niño, trepado en el mango, corriendo descalzo en el corredor de la casa de la abuela, en el baldío donde Oscarcito Herrero le pegó en la nariz, vio a su finado hermano y hasta soñó con Hermelida Balbuena, ...cándida, con la cabellera ondulada tapándole púdicamente los senos. Cuando se despertó, no reconoció la pieza del hotel, abrió los ojos buscando a Hermelinda, tanteaba con las manos hacia sus costados, y suspiró angustiado al reconocer la ventanita del altillo; ya era de noche, seguramente de madrugada, se puso de cara al techo, la luz del velador delataba las grietas en la estructura de madera...tuvo muchas ganas de orinar, y se dirigió al baño de caballeros del segundo piso, todavía estaba cansado por lo que apoyó la cabeza contra los azulejos de la pared, dejó caer el chorro pesada y ruidosamente en el agua del inodoro, era una sensación de alivio comparable a la liberación de los pecados...se acordó de las confesiones al cura Barrientos.
Salió tanteando con pies y manos el pasillo oscuro que lo llevaría al altillo, en el trayecto escuchó unas risas contagiosas que resbalaban debajo de la puerta de la Señorita Vivianne. Se detuvo, con el recuerdo fresco de lo ocurrido la noche anterior, se pegó a la pared para hacerse invisible y poder enterarse de los motivos de tan ruidosa diversión.
-¡Dime algo, dime algo!! (pedía la joven)
-¡Me sentaré sobre la noche, luego de haberte amado, y después levantaré los techos
de Berna antigua para apoderarme de sus deliciosas recetas secretas!. (La voz del hombre,
era muy grave... gripal).
-¡Qué ocurrente ...mi amor!...¡no seas bruto...!
-¡Éres un tóxico mujer narcótica!
-¡¡Hay que grande!!
-Dáme miel!
-Tócame allí...si allí...si!!!. (imploró Vivianne)
Podesta escuchaba incrédulo y desilusionado la bajeza de la mujer...¡tener que entregarse por dinero!…¡es una puta de lujo!. ¡…y con García!, ¡Si podría ser su padre!. (Dijo apretándose los dientes, mientras pegaba la oreja a la puerta).
-¡Cógeme!…animal de mierda, ¡¡ cógeme te dije!!…¡no, nooo!!!
Los gritos de placer de Vivianne se fueron silenciando a medida que unos golpes secos hacían temblar la pared.
¿Qué hacen estos miserables? Se preguntó Podesta, quién consumido por la curiosidad y la calentura, se agachó a mirar por el agujero de la cerradura.
En ese preciso instante, terminó de orinarse en el pantalón las últimas gotas de la noche…quedó sin aire en los pulmones, aferrado a la cerradura, observando la forma en que un enorme oso montaba a Vivianne, mientras con las garras le apretaba la cintura, aferrándola contra sus patas traseras. Vivianne era sacudida con cada eyaculación del animal, y como si fuese una muñeca de trapo, su cabeza descontrolada golpeaba la pared….una y otra vez. Las peores pesadillas se le estaban revelando reales. Podesta no podía aceptar tal situación y comenzó a golpear la puerta con los puños, mientras gritaba ¡¡¡Hay que matar al asesino!!!…¡Hay que matar al asesino!
La puerta de Vivianne se abrió lentamente, y vio azorado, como el oso le mostró los colmillos, antes de saltar por la ventana que da al patio de los cerdos y las gallinas. En ese instante llegaba corriendo alertado por los gritos, Canuto Noble, quién terminaba de pasar la cabeza en el cuello de la remera. Cuando llegó a la puerta de la habitación, se frenó como si se tratase del borde de un precipicio.
El cuadro no podría ser más evidente, Vivianne desnuda, desparramada en el piso, y el vendedor sin escrúpulos, arrodillado a su lado.
Podestá no encontró posible explicar la situación, y de un salto abandonó el cuarto 202, empujando violentamente a Canuto sobre la cama de la víctima.
Helaba, no lo sentía, sólo corría intentando imaginar explicaciones convincentes. Siempre creyó que decir la verdad era la mejor y la única solución, ¿pero quién le creería si contaba lo que realmente ocurrió?…mejor sería decir que estaban cogiendo parados, y que la mujer
cayó al piso y de desnucó…¿qué más podría decir?…qué nunca estuvo allí, y que lo que decía Canuto Noble era un invento producto de los celos…¿Quién le creería la historia del oso, cuando todos conocen el Compendium maleficarum de Guazzo de 1608, que dice “A nadie le hagan creer, que un ser humano realmente pueda transformarse en animal”.¿y cómo explicar su paseo nocturno con una camisa de verano en medio del hielo? Podesta pensaba enloquecido, como una rata desesperada en un laberinto, la angustia lo estaba enloqueciendo…él seguía corriendo cuesta abajo, los últimos trescientos metros hasta llegar a la fosa de los osos le convencieron de pedir una explicación al animal, y si nada consiguiese intentaría hacer justicia por su cuenta.
Salió tanteando con pies y manos el pasillo oscuro que lo llevaría al altillo, en el trayecto escuchó unas risas contagiosas que resbalaban debajo de la puerta de la Señorita Vivianne. Se detuvo, con el recuerdo fresco de lo ocurrido la noche anterior, se pegó a la pared para hacerse invisible y poder enterarse de los motivos de tan ruidosa diversión.
-¡Dime algo, dime algo!! (pedía la joven)
-¡Me sentaré sobre la noche, luego de haberte amado, y después levantaré los techos
de Berna antigua para apoderarme de sus deliciosas recetas secretas!. (La voz del hombre,
era muy grave... gripal).
-¡Qué ocurrente ...mi amor!...¡no seas bruto...!
-¡Éres un tóxico mujer narcótica!
-¡¡Hay que grande!!
-Dáme miel!
-Tócame allí...si allí...si!!!. (imploró Vivianne)
Podesta escuchaba incrédulo y desilusionado la bajeza de la mujer...¡tener que entregarse por dinero!…¡es una puta de lujo!. ¡…y con García!, ¡Si podría ser su padre!. (Dijo apretándose los dientes, mientras pegaba la oreja a la puerta).
-¡Cógeme!…animal de mierda, ¡¡ cógeme te dije!!…¡no, nooo!!!
Los gritos de placer de Vivianne se fueron silenciando a medida que unos golpes secos hacían temblar la pared.
¿Qué hacen estos miserables? Se preguntó Podesta, quién consumido por la curiosidad y la calentura, se agachó a mirar por el agujero de la cerradura.
En ese preciso instante, terminó de orinarse en el pantalón las últimas gotas de la noche…quedó sin aire en los pulmones, aferrado a la cerradura, observando la forma en que un enorme oso montaba a Vivianne, mientras con las garras le apretaba la cintura, aferrándola contra sus patas traseras. Vivianne era sacudida con cada eyaculación del animal, y como si fuese una muñeca de trapo, su cabeza descontrolada golpeaba la pared….una y otra vez. Las peores pesadillas se le estaban revelando reales. Podesta no podía aceptar tal situación y comenzó a golpear la puerta con los puños, mientras gritaba ¡¡¡Hay que matar al asesino!!!…¡Hay que matar al asesino!
La puerta de Vivianne se abrió lentamente, y vio azorado, como el oso le mostró los colmillos, antes de saltar por la ventana que da al patio de los cerdos y las gallinas. En ese instante llegaba corriendo alertado por los gritos, Canuto Noble, quién terminaba de pasar la cabeza en el cuello de la remera. Cuando llegó a la puerta de la habitación, se frenó como si se tratase del borde de un precipicio.
El cuadro no podría ser más evidente, Vivianne desnuda, desparramada en el piso, y el vendedor sin escrúpulos, arrodillado a su lado.
Podestá no encontró posible explicar la situación, y de un salto abandonó el cuarto 202, empujando violentamente a Canuto sobre la cama de la víctima.
Helaba, no lo sentía, sólo corría intentando imaginar explicaciones convincentes. Siempre creyó que decir la verdad era la mejor y la única solución, ¿pero quién le creería si contaba lo que realmente ocurrió?…mejor sería decir que estaban cogiendo parados, y que la mujer
cayó al piso y de desnucó…¿qué más podría decir?…qué nunca estuvo allí, y que lo que decía Canuto Noble era un invento producto de los celos…¿Quién le creería la historia del oso, cuando todos conocen el Compendium maleficarum de Guazzo de 1608, que dice “A nadie le hagan creer, que un ser humano realmente pueda transformarse en animal”.¿y cómo explicar su paseo nocturno con una camisa de verano en medio del hielo? Podesta pensaba enloquecido, como una rata desesperada en un laberinto, la angustia lo estaba enloqueciendo…él seguía corriendo cuesta abajo, los últimos trescientos metros hasta llegar a la fosa de los osos le convencieron de pedir una explicación al animal, y si nada consiguiese intentaría hacer justicia por su cuenta.
XII
La policía acababa de llegar, alertada por un vecino del edificio. Los pensionistas se juntaron frente a la escena del crimen. En el final del pasillo, Canuto le murmuraba a García, -“yo no vi cuando el miserable vendedor asesinó a Vivianne, pero lo encontré arrodillado a su lado.”
-¿Pero la asesinó o no?, (preguntó García con autoridad).
-¡Y no sé…!, ¡yo no lo vi!…¡¡pero salió corriendo!!
- ¡Pero no se puede decir que sea culpable! (sentenció García, haciendo honor a su transparente trayectoria).
El Oficial Etter salió del cuarto, luego de revisar el cadáver de Vivianne, se dirigió hacia García y Noble, quienes se separaron para no despertar sospechas.
-¿Cómo ocurrió? Preguntó mirando serenamente a Canuto.
García se interpuso arbitrariamente entre los dos y dijo: -¡Fue, fue el pensionista de la habitación 305!…¡yo lo vi!, vi cuando le soltaba el cuello…si, ¡fue el vendedor..!!! ¡Fíjese en estas cartas! (Exclamó sacando un mazo del bolsillo trasero del pantalón)...¡Fíjese...¡es magia negra!.. ¡Acá está la calavera!…¡y que me dicen de este pajarillo muerto, lleno de joyas!
-¿Qué es eso?
-¡Lo encontré en la habitación del extranjero... evidentemente practica el satanismo! (Afirmó, mientras derramaba unas lágrimas ante sus sorprendidos interlocutores).
García no se animo a mirar a los ojos atónitos de Canuto, y pidió permiso al Oficial, para sentarse en la barra del bar.
-¡¡Vaya, vaya que ya lo alcanzo!! (le dijo el Oficial Etter con tono comprensivo). ¿Y Usted donde estaba? le preguntó a Canuto.
-¿Yo?…¡yo duermo muy temprano!…estaba en la cama. Contestó Canuto Noble, quién sintió que el gesto fraternal de su jefe, le sacaba un enorme peso de encima, al haber decidido cargar con la responsabilidad de la acusación.
García aguardaba en el bar, apretando el cuello de la botella de grappa, con la otra mano se fregaba los ojos y pensaba. ¡No le alcanzó con cogerla…la tuvo que matar!!! Grigu lloraba como un niño, en minutos, todas las ilusiones, todas sus esperanzas se habían destrozado.
-¿Pero la asesinó o no?, (preguntó García con autoridad).
-¡Y no sé…!, ¡yo no lo vi!…¡¡pero salió corriendo!!
- ¡Pero no se puede decir que sea culpable! (sentenció García, haciendo honor a su transparente trayectoria).
El Oficial Etter salió del cuarto, luego de revisar el cadáver de Vivianne, se dirigió hacia García y Noble, quienes se separaron para no despertar sospechas.
-¿Cómo ocurrió? Preguntó mirando serenamente a Canuto.
García se interpuso arbitrariamente entre los dos y dijo: -¡Fue, fue el pensionista de la habitación 305!…¡yo lo vi!, vi cuando le soltaba el cuello…si, ¡fue el vendedor..!!! ¡Fíjese en estas cartas! (Exclamó sacando un mazo del bolsillo trasero del pantalón)...¡Fíjese...¡es magia negra!.. ¡Acá está la calavera!…¡y que me dicen de este pajarillo muerto, lleno de joyas!
-¿Qué es eso?
-¡Lo encontré en la habitación del extranjero... evidentemente practica el satanismo! (Afirmó, mientras derramaba unas lágrimas ante sus sorprendidos interlocutores).
García no se animo a mirar a los ojos atónitos de Canuto, y pidió permiso al Oficial, para sentarse en la barra del bar.
-¡¡Vaya, vaya que ya lo alcanzo!! (le dijo el Oficial Etter con tono comprensivo). ¿Y Usted donde estaba? le preguntó a Canuto.
-¿Yo?…¡yo duermo muy temprano!…estaba en la cama. Contestó Canuto Noble, quién sintió que el gesto fraternal de su jefe, le sacaba un enorme peso de encima, al haber decidido cargar con la responsabilidad de la acusación.
García aguardaba en el bar, apretando el cuello de la botella de grappa, con la otra mano se fregaba los ojos y pensaba. ¡No le alcanzó con cogerla…la tuvo que matar!!! Grigu lloraba como un niño, en minutos, todas las ilusiones, todas sus esperanzas se habían destrozado.
XIII
Cuando Podestá llegó a la fosa....había empezado a nevar copos teñidos de oscuridad; Miguel sintió que el mismo cielo lo castigaba y empezó a correr tomado de
la baranda circular que lo separaba del pozo profundo y oscuro como un aljibe. No vio a los osos que día a día alimentan la curiosidad de los turistas; le costó distinguir los troncos volcados en el piso, el piletón donde nadan los animales, y las entradas a las cuevas.
Como un niño travieso se trepó a la baranda y miró hacia abajo antes de saltar, se balanceó como si estuviese sobre el árbol de mango de la casa de la abuela, y se soltó, volando en un viaje interminable. Aterrizó su sobrepeso sobre su tobillo izquierdo, y cayó de boca sobre el arenal pedregoso. Desde el piso vio a dos osos ocultándose en las cuevas. Tuvo miedo y sin moverse comprobó que era imposible trepar los cinco metros de muro que lo rodeaba. Se arrastró hasta un árbol seco que se encuentra en el medio de la arena, se puso de pie con mucha dificultad y se aferró a las ramas, como si fuesen muletas. Empezó a sentir que el frío lo estaba inmovilizando, mientras los copos le daban el aire de un muñeco de nieve.
Tenía los ojos duros, vigilantes, rojos de furia e histeria cuando reconoció al oso asesino saliendo de la cueva; era enorme y solitario, de caminar pausado y determinado a enfrentarse con el intruso. “Es el Jefe” (pensó) y se volvió a orinar; el hilo tibio descendió acariciando su pierna herida.
-“Hijo de puta!!!...¿Asesino...asesino!!!, (gritó, intentando justificar su presencia vengadora en el lugar).
El oso se paró en dos patas mostrando las enormes garras; Podesta alcanzó a verle la mirada hueca, y comprendió que estaba por perder la partida. En plena y desesperada confusión, estiró la mano pensando tocar al Druida… No hubo más respuesta que la sirena de una patrullera que llegaba al sitio para atrapar al sospechoso. Los policías gritaron “Quédese quieto...no se mueva”.
-Te ví, yo sé todo, yo te vi…¡Eres el diablo disfrazado de oso!.
El animal caminó hacia Miguel Podesta, como el verdugo que llega a cumplir su tarea; gigantesco e imperturbable se elevó sobre el extranjero herido. Los policías apuntaban con sus armas, ayudados con sus linternas.
-“Asesino, asesino!!! Seguía gritando. Envalentonado por la presencia de otros humanos.
–“Nadie te va a salvar, así como nadie salvó a Alejandra …estoy harto de holocaustos de carneros y de grasa de novillos cebados…la sangre de los toros, corderos y machos cabríos no me es grata. ¿Quién os ha pedido que vengáis a pisar mis atrios?” Le dijo el oso explicando lo inexplicable, luego le aplastó el cráneo con la piedra que escondía en sus garras.
la baranda circular que lo separaba del pozo profundo y oscuro como un aljibe. No vio a los osos que día a día alimentan la curiosidad de los turistas; le costó distinguir los troncos volcados en el piso, el piletón donde nadan los animales, y las entradas a las cuevas.
Como un niño travieso se trepó a la baranda y miró hacia abajo antes de saltar, se balanceó como si estuviese sobre el árbol de mango de la casa de la abuela, y se soltó, volando en un viaje interminable. Aterrizó su sobrepeso sobre su tobillo izquierdo, y cayó de boca sobre el arenal pedregoso. Desde el piso vio a dos osos ocultándose en las cuevas. Tuvo miedo y sin moverse comprobó que era imposible trepar los cinco metros de muro que lo rodeaba. Se arrastró hasta un árbol seco que se encuentra en el medio de la arena, se puso de pie con mucha dificultad y se aferró a las ramas, como si fuesen muletas. Empezó a sentir que el frío lo estaba inmovilizando, mientras los copos le daban el aire de un muñeco de nieve.
Tenía los ojos duros, vigilantes, rojos de furia e histeria cuando reconoció al oso asesino saliendo de la cueva; era enorme y solitario, de caminar pausado y determinado a enfrentarse con el intruso. “Es el Jefe” (pensó) y se volvió a orinar; el hilo tibio descendió acariciando su pierna herida.
-“Hijo de puta!!!...¿Asesino...asesino!!!, (gritó, intentando justificar su presencia vengadora en el lugar).
El oso se paró en dos patas mostrando las enormes garras; Podesta alcanzó a verle la mirada hueca, y comprendió que estaba por perder la partida. En plena y desesperada confusión, estiró la mano pensando tocar al Druida… No hubo más respuesta que la sirena de una patrullera que llegaba al sitio para atrapar al sospechoso. Los policías gritaron “Quédese quieto...no se mueva”.
-Te ví, yo sé todo, yo te vi…¡Eres el diablo disfrazado de oso!.
El animal caminó hacia Miguel Podesta, como el verdugo que llega a cumplir su tarea; gigantesco e imperturbable se elevó sobre el extranjero herido. Los policías apuntaban con sus armas, ayudados con sus linternas.
-“Asesino, asesino!!! Seguía gritando. Envalentonado por la presencia de otros humanos.
–“Nadie te va a salvar, así como nadie salvó a Alejandra …estoy harto de holocaustos de carneros y de grasa de novillos cebados…la sangre de los toros, corderos y machos cabríos no me es grata. ¿Quién os ha pedido que vengáis a pisar mis atrios?” Le dijo el oso explicando lo inexplicable, luego le aplastó el cráneo con la piedra que escondía en sus garras.
XIV
La prensa relató el intento de suicidio de un extranjero en la Fosa de los Osos,... “quién posiblemente atormentado por el horrible crimen cometido, optó por buscar la muerte en esa dramática forma, ante la mirada asombrada de los agentes de la Policía, que nada pudieron hacer, debido a la falta de luz y a la tormenta de nieve que se abatía sobre Berna”.
...“De haber disparado, podríamos haber matado al extranjero, sin herir al oso”, declaró el Oficial Etter a los periodistas.
El Berner Tagblatt, en su editorial dominical trajo a colación, lo acontecido en la década del cuarenta, cuando un súbdito británico en estado de ebriedad cayó en la fosa y salvó de milagro ante la agresividad del oso que le perdonó la vida. En esa oportunidad el guardia también optó por no disparar.
Ante la difusión pública del luctuoso suceso, la comuna de Berna invitó a una conferencia de prensa sobre el tema “La seguridad de nuestros ciudadanos y de sus osos”. El responsable de la Intendencia se limitó a recomendar “Prudencia a los turistas y público en general, además de advertir, que “El oso reaccionó como un animal que protege a los suyos y a su territorio…¿Podemos castigar a una bestia, por su reacción ante la in conducta de seres inteligentes?”. Finalmente concluyó con una expresión de deseo, “Es de esperar que el Señor Miguel Podesta se recupere del coma profundo en el que se encuentra, a fin de rendir cuenta ante la Justicia, y poder cerrar definitivamente el caso que tuvo como víctima a la Joven Vivianne Blickenstorfer-De Oliveira.
Rodolph Le Cerdat, dio por terminada la reunión, dejándose retratar frente al escudo de la ciudad, en el cual el oso negro sonreía sin disimulo, exponiendo obsceno su arrogante pene rojo.
...“De haber disparado, podríamos haber matado al extranjero, sin herir al oso”, declaró el Oficial Etter a los periodistas.
El Berner Tagblatt, en su editorial dominical trajo a colación, lo acontecido en la década del cuarenta, cuando un súbdito británico en estado de ebriedad cayó en la fosa y salvó de milagro ante la agresividad del oso que le perdonó la vida. En esa oportunidad el guardia también optó por no disparar.
Ante la difusión pública del luctuoso suceso, la comuna de Berna invitó a una conferencia de prensa sobre el tema “La seguridad de nuestros ciudadanos y de sus osos”. El responsable de la Intendencia se limitó a recomendar “Prudencia a los turistas y público en general, además de advertir, que “El oso reaccionó como un animal que protege a los suyos y a su territorio…¿Podemos castigar a una bestia, por su reacción ante la in conducta de seres inteligentes?”. Finalmente concluyó con una expresión de deseo, “Es de esperar que el Señor Miguel Podesta se recupere del coma profundo en el que se encuentra, a fin de rendir cuenta ante la Justicia, y poder cerrar definitivamente el caso que tuvo como víctima a la Joven Vivianne Blickenstorfer-De Oliveira.
Rodolph Le Cerdat, dio por terminada la reunión, dejándose retratar frente al escudo de la ciudad, en el cual el oso negro sonreía sin disimulo, exponiendo obsceno su arrogante pene rojo.
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